WASHINGTON.- Viajar durmiendo gratis en el sofá de una familia estadounidense, de un estudiante mexicano o de una pareja joven parisina: esta tendencia bautizada "couchsurfing" seduce a miles de internautas, y se promueve desde un sitio co-fundado por un brasileño.
El concepto, que significa literalmente "surfear de un sofá a otro", es promovido por un sitio internet lanzado en 2004, couchsurfing.org. Reivindica casi 1,3 millones de "couchsurfers", como son bautizados los miembros de esta red sin fronteras. Los estadounidenses son los campeones: son 300.000 quienes se invitan en los sofás de todo el mundo.
Una experiencia probada este verano por primera vez por Laura y Michael. Originarios del noroeste de Estados Unidos, estos dos jóvenes veinteañeros llegaron a pasar unos días en Washington para manifestar a favor de la reforma del sistema de salud. Fueron recibidos por Nancy, de 55 años, y Gil, de 44.
"¡Bienvenidos a Washington! Instálense para que podamos conocernos", dice Nancy al abrir la puerta.
"Esta noche, nosotros cocinamos", propone inmediatamente Michael.
"La fórmula tiene claras ventajas", explica Michael, peinado a la última moda. "Somos estudiantes y esto nos permite viajar de forma económica. No habríamos podido pagar un hotel en Washington".
Esta noche la pareja tendrá su propia habitación. Un lujo para un nómade del sofá que debe esperar cualquier tipo de cosa, incluso compartir una cama o dormir en una carpa en un apartamento de 12 m2 en París.
"Para la asunción de Barack Obama recibimos a 14 personas en casa", cuenta Nancy. "Había por todas partes, en el salón, en el subsuelo, en camas inflables y alfombras". Adepta a esta fórmula, la pareja ya recibió a más de 125 viajeros desde 2007.
El concepto, originado en Estados Unidos, se exporta rápidamente. Francia es tercero en la clasificación, justo detrás de Alemania, mientras que París es la ciudad número uno mundial por cantidad de miembros.
Martin Pannier, un francés de 23 años que realiza una pasantía en Nueva York, ya recibió en su salón neoyorquino a una texana, dos suecas, una mexicana y dos colombianas.
"Es importante elegir personas cuyo perfil es interesante, ya que es lo que garantiza intercambios enriquecedores", explicó el joven.
Pero cuidado con las sorpresas desagradables. "La mexicana que recibimos acababa de conocer a un anfitrión falto de delicadeza que le propuso mirar una película pornográfica mientras le masajeaba los pies", contó.
O con los apartamentos que resultan estar en un estado de suciedad indescriptible, como recuerda una australiana albergada en Boston. "Más vale tener previsto un plan B", admite Martin Pannier.
"La mayoría de los miembros móviles son jóvenes financieramente independientes pero con poco dinero que quieren divertirse en el extranjero con jóvenes de otras culturas", explicó el brasileño Leonardo Silveira, uno de los cofundadores del sitio.
Los anfitriones, en tanto, tienen perfiles más variados: padres solteros, familias o parejas de edad que quieren conocer personas de otras culturas, indicó este brasileño de 31 años.
Idealista, Leonardo ve en el intercambio de sofás "un instrumento para terminar con la soledad generalizada en una sociedad que dispone de medios fantásticos de comunicación".
Y la idea ya encontró variantes, como el "wwoofing", donde el invitado recibe albergue en una granja a cambio de una participación en las tareas agrícolas.