WASHINGTON.— Hace 72.000 años, trabajaron las rocas con fuego para crear mejores herramientas, según evidencias halladas en el extremo sudoriental del África, según informaron investigadores en la última edición de la revista Science.
Puede que haya sido un accidente en vez de un experimento. Pero el hecho es que el descubrimiento desplaza 45.000 años más atrás la primera evidencia de dicha tecnología, según Curtis Marean, paleoantropólogo del Instituto de los Orígenes Humanos en la Universidad Estatal de Arizona y coautor del informe.
“La tecnología de tratamiento por el calor comienza con un momento genial: alguien descubre que calentar la piedra la torna más fácil de moldear”, dijo Marean en una declaración. El nuevo descubrimiento después se difunde y mejora.
Los investigadores hallaron objetos producidos de una piedra llamada silcrete, que generalmente no era conveniente para fabricar herramientas. Pero el calor hace que cambie de color y altere su estructura granular, lo que la hace más utilizable.
La investigación
Para poner a prueba su idea, los investigadores dejaron silcrete a calentar durante la noche. Por la mañana comprobaron que podía moldearse en pequeñas herramientas brillantes similares a las halladas en el sitio arqueológico de Pinnacle Point en Sudáfrica, frente a la bahía de Mossel que da al océano Indico.
Las herramientas de silcrete debieron haber sido excelentes como armas de caza, cuchillos y material de canje, aventuraron. “He aquí los comienzos del fuego y la ingeniería”, dijo el autor central Kyle Brown, estudiante de doctorado en la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica.
John Webb y Marian Domanski, de la Universidad La Trobe en Australia, dijeron en un comentario al informe que el desarrollo del tratamiento por el calor puede haber desarrollado un papel para permitir que los seres humanos modernos se propagaran del ambiente africano más templado a regiones más frías y hostiles como Europa.
Asimismo puede haberles dado ventaja sobre los Neanderthal, que carecían de esta habilidad, señalaron Domanski y Webb, que no participaron en el estudio.
La investigación fue financiada por la Fundación Nacional de Ciencia de Estados Unidos, la Fundación de la Familia Hyde y la Universidad Estatal de Arizona.