SIDNEY.- El choque de un iceberg contra un glaciar en la Antártida el año pasado resquebrajó un enorme bloque de hielo, sacando a la luz un extenso período del océano Antártico y ofreciendo una oportunidad a los científicos para hacer experimentos que podrían ayudar a entender el cambio climático.
El incidente, en el que el iceberg chocó contra el glaciar Mertz en la Antártida oriental, rompió casi 78 kilómetros de la lengua de este glaciar, dejó al descubierto una parte del agua oceánica que estuvo anteriormente cubierto por cientos de metros de hielo y dio a conocer la vida marina, incluyendo algunas estrellas de mar tan grandes como tapacubos.
"De repente, la geometría de la Antártida ha cambiado", dijo Steve Rintoul, un oceanógrafo del Centro de Investigación Cooperativo sobre Ecosistemas y Clima Antártico en Tasmania.
"Fue una especie de experimento natural, donde la ruptura de la lengua del glaciar no estuvo causada por el cambio climático. Se trata de un suceso natural, por lo que la naturaleza ha hecho ya el experimento por nosotros esta vez", agregó.
Un equipo de 40 científicos australianos e internacionales, entre los que se encuentran Rintoul, visitaron la región durante el verano antártico para estudiar el impacto de la ruptura.
Entre los resultados biológicos imprevistos se encontró la liberación de 10.000 metros cuadrados de hielo en el océano cuando se desplazó hacia aguas más calientes.
Su consecuente derretimiento hizo disminuir la salinidad del agua y provocó un intenso florecimiento de fitoplancton.
Las plantas necesitan luz y nutrientes para crecer, junto con pequeñas cantidades de hierro que generalmente vienen en forma de polvo caído del cielo.
"El antiguo hielo había acumulado décadas de suministro de hierro en polvo, y cuando se rompió y fundió parece que proporcionó al fitoplancton una dosis de entre 20 y 40 años de hierro en una sola temporada", explicó Rintoul.
Otro efecto secundario, mezclado con aguas más cristalinas, fue la exposición de animales marinos como estrellas de mar gigantes, esponjas multicolores y pennatuláceos, descubiertos tras varias décadas sumidos en la oscuridad de las aguas de la Antártida.
En general, los investigadores acabaron teniendo una oportunidad única para probar teorías sobre cómo el ecosistema marino podría responder a cambios a gran escala como este, un posible anticipo de lo que podría avecinarse con el cambio climático.
"En algunas de las áreas tomamos muestras que habían estado bajo el hielo durante varias décadas, lugares donde los barcos no habían llegado hasta ahora", añadió Rintoul.