WASHINGTON.- Investigadores europeos crearon el primer ojo compuesto artificial inspirado en la mosca Drosophila que ofrece una visión panorámica sin distorsión, según una investigación publicada esta semana en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) de Estados Unidos.
Los ojos compuestos permiten a las moscas y otros artrópodos rastrear simultáneamente movimientos rápidos en diversas direcciones.
Los intentos realizados hasta ahora para crear un ojo artificial se habían topado con la dificultad de tener que alinear con extrema precisión un conjunto de sensores de foto y de microobjetivos en la superficie curvada de 180 grados de una hoja de plástico flexible, explican los científicos.
En esta ocasión pudieron superar este problema mediante el diseño de un ojo compuesto de tres capas de objetivos microscópicos, una antena sensible a la luz que imita los circuitos neuronales en el cerebro de la mosca y una placa de circuito flexible que permite programar el tratamiento de señales luminosas.
Aplicaciones en vigilancia
El prototipo, denominado CurvACE (Curved Artificial Compound Eye), produce una visión panorámica sin distorsión con alta definición, capaz de adaptarse a las distintas intensidades luminosas de su entorno, como muestra esta investigación.
Según sus creadores, el ojo podría utilizarse en sistemas de detección de tres dimensiones donde la rapidez es crucial, como por ejemplo para evitar colisiones en el suelo o en el aire.
El prototipo trata de imitar lo más posible la visión del díptero, basado en un conjunto de imágenes múltiples que le permiten seguir movimientos ínfimos. También tienen la ventaja de ofrecer largos campos de visión con una profundidad mayor que la del ojo humano o una cámara actual, por muy sofisticada que sea.
Bastaría unir dos de estos "ojos electrónicos" para obtener una visión de 360 grados.
CurvaCe se ha incorporado ya a algunos robots aéreos y podría tener numerosas utilizaciones como cámara en el sector de la vigilancia y la seguridad.
El ojo artificial fue realizado por un equipo integrado por investigadores de la escuela politécnica de Lausana, en Suiza, y el Instituto de Ciencias del Movimiento del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS/AMU) en Francia.