Ballena Azul.
Fundación HuinayLONDRES.- Biólogos marinos han encontrado pruebas de que las señales de sonar lanzadas por embarcaciones militares y civiles influyen negativamente en el comportamiento de las ballenas y pueden convertirse en una amenaza para su supervivencia.
Los descubrimientos figuran en las revistas "Biology Letters" y "Proceedings of the Royal Society B".
El sonar, inventado después de la Primera Guerra Mundial para localizar submarinos, utiliza pulsos de ondas sonoras que rebotan en el objetivo, lo que permite su detección. Es usado en todos los mares por buques militares y también civiles: estos últimos lo emplean en pesca para detectar cardúmenes y para medir la profundidad de las aguas, entre otras aplicaciones.
Los científicos ahora demuestran que dichos impulsos sonoros afectan negativamente a las ballenas, pues perjudican sus comportamientos de búsqueda de comida. De hecho, también pueden aumentar el riesgo de varamientos en costas y playas.
Los estudios que arrojaron tales conclusiones fueron realizados con ejemplares de ballenas azules y ballenatos de Cuvier. Estos animales interrumpen su búsqueda de comida cuando escuchan las señales subacuáticas del sonar, y en ocasiones las hacen retirarse de las zonas donde abundan sus alimentos.
Un equipo de biólogos marinos del Instituto Oceánico de Escocia investiga desde hace años cómo las ballenas son afectadas por las señales acústicas.
En un estudio reciente, buscaron determinar cómo reaccionaban ejemplares de dos especies: con ese fin, les colocaron un aparato medidor que registraba el nivel del sonido y la profundidad a la que se encontraban.
El trabajo incluyó la observación de dos ballenatos de Cuvier (Ziphius cavirostris cuvier), un tipo de ballenas que vara con relativa facilidad.
Durante el experimento, se expuso a los mamíferos a una grabación de 30 minutos de duración. Cada 25 segundos, la cinta propagaba una señal sónica de 1,6 segundos y con frecuencia de entre uno y diez kilohercios.
El punto emisor se ubicó a entre 3,4 y 9,5 kilómetros de los cetáceos.
Al percibir la señal, ambas ballenas dejaron de sacar sus colas del agua, "quizás para observar el sonido y preparar una respuesta", suponen los científicos.
Tras ello, los ballenatos agitaron con fuerza sus colas y siguieron nadando. Finalmente, se sumergieron durante un lapso inusualmente largo y volvieron a emerger lentamente a la superficie.
Al mismo tiempo, los mamíferos dejaron de utilizar temporalmente su propio "sonar" natural e interrumpieron la búsqueda de alimento durante un tiempo mayor al normal.
Menor ingestión de alimentos
El otro estudio se realizó de manera similar, pero con 17 ballenas azules (Balaenoptera musculus), especie muy amenazada, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Los ejemplares fueron divididos en grupos a los que se sometió a distintas ondas de sónar.
En una de las pruebas, los investigadores detectaron una fuerte disminución en la ingestión de alimentos por los cetáceos durante la exposición a las intensas señales.
"Antes de los sonidos establecimos una cantidad de plancton ingerido de 19 kilogramos por minuto. Después de que se expuso al animal al sonar, interrumpió su búsqueda de alimentos durante 62 minutos. Eso conllevó una pérdida de más de una tonelada de plancton durante dicho comportamiento de respuesta", describieron los autores.
Un mayor movimiento y una menor ingesta de alimento conlleva que el animal no adquiera la suficiente energía para mantenerse vivo, advierten los investigadores.
Los biológos temen que si esto ocurre de manera repetida, las ballenas pueden dejar de estar "en forma" y sufren, por ende, un riesgo mucho mayor de quedar varadas.