WASHINGTON.- Desde hace años, la idea de la conexión entre cerebros se ha vuelto un área de estudio importante para científicos de todo el mundo. Y ahora, un equipo de investigadores de la Universidad de Washington logró un importante avance, permitiendo el envío y ejecución de comandos entre dos personas que están en dos lugares distintos.
El trabajo del Instituto de Aprendizaje y Ciencias del Cerebro consiste en la conexión de los cerebros de dos personas que no se conocen y que están en edificios separados por cerca de 800 metros. Uno de ellos es enfrentando a un juego en el que debe defender a una ciudad disparando un cañón, pero sus manos no pueden tocar un control. La única opción es pensar en apretar el botón para disparar.
Usando la técnica de la encefalografía, los investigadores traducen el comando de apretar el botón en un pulso eléctrico, que es enviado por internet al segundo individuo, que no ve el juego pero tiene su dedo sobre un botón. Usando una bobina de estimulación magnética transcraneal puesta cerca de la parte del cerebro que controla los movimientos, el pulso es traducido en un movimiento involuntario del dedo, presionando el botón. La acción después se refleja en la pantalla del primer individuo.
El método fue diseñado usando técnicas no invasivas para así poder realizar pruebas en individuos que no tenían mayor preparación. Los investigadores aplicaron la técnica a tres parejas de individuos, sin que pudieran interactuar entre sí.
Según indicaron los científicos, el experimento tuvo distintos niveles de éxito dependiendo de las parejas, entre un 25% y un 83%, aunque aseguraron al sitio de la Universidad de Washington que los fracasos no se debían a un problema del sistema sino a la incapacidad de los sujetos de generar el comando de "disparo" en el tiempo dado.
"Este nuevo estudio lleva nuestro paradigma de interfaz cerebro-a-cerebro de una demostración inicial (el mismo equipo publicó un primer trabajo el año pasado) a algo que es cercano a una tecnología entregable", afirmó Andrea Stocco, investigadora del Instituto de Aprendizaje y Ciencias del Cerebro y coautora de la investigación del caso, publicada en PLOS ONE.
El equipo recibió una beca de un millón de dólares de la Fundación W.M. Keck para seguir desarrollando el concepto, con miras a un posible lanzamiento comercial. Sus usos podrían ir desde sistemas de alertas (por ejemplo, el cerebro de un piloto de avión que empieza a quedarse dormido puede avisarle el problema a su copiloto) a escenarios de educación, ayudando a investigadores talentosos pero con pocas habilidades de docencia a compartir sus conocimientos.