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La historia del joven ruso que quiere someterse a un trasplante de cabeza

Valeri Spiridónov trabaja como programador, es fanático de "Game of Thrones" y sufre una enfermedad genética degenerativa. Quiere ser el primer paciente del italiano Sergio Canavero.

11 de Mayo de 2015 | 08:55 | EFE
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Imagen de archivo.

La Segunda

VLADIMIR.- Tiene 30 años, fuma puros, le gusta viajar y la serie "Game of Thrones" le da fuerzas para vivir: es Valeri Spiridónov, el ruso que está empeñado en someterse a un trasplante de cabeza sin precedentes.


En una entrevista con Efe en su casa de la ciudad de Vladímir (a 170 kilómetros de Moscú), el programador asegura que sus gustos y aficiones no distan demasiado de las de otros jóvenes de su edad. "Me encanta fumar puros, pero no bebo alcohol porque quiero tener la mente despejada. Me gusta viajar y también los juegos de computador, aunque intento jugar poco, sólo para seguir los avances tecnológicos", afirma.


La serie medieval de HBO, que mezcla el cine fantástico con el de época, "es una gran producción que da ganas de vivir", señala Spiridónov al hablar de su día a día en la silla de ruedas que le ha acompañado durante toda su vida, desde que tiene uso de razón.


Aquejado de una atrofia muscular espinal (AME), una grave enfermedad genética degenerativa que le impide mover todos sus miembros salvo las manos y la cabeza, este ruso saltó a la fama cuando anunció hace un mes que será el primer humano en prestarse a una operación en la que su cabeza se trasplantaría a otro cuerpo.


El controvertido neurocirujano italiano Sergio Canavero, criticado por algunos compañeros de profesión, asegura haber desarrollado la técnica que permitiría unir la cabeza de Valeri con el cuerpo sano de un donante que haya sufrido muerte cerebral.


Canavero habría creado una sustancia llamada polietilenglicol, capaz de conectar la cabeza con las fibras nerviosas de la médula espinal de manera que el cerebro pueda transmitir órdenes al cuerpo y poner en movimiento sus órganos y extremidades.


Hace casi medio siglo, en 1970, un cirujano estadounidense ya logró unir la cabeza de un chimpancé al cuerpo de otro, pero no pudo conectar el cerebro con la espina dorsal y el primate murió a los nueve días.


Pero nada de eso merma la determinación de Valeri, que confía ciegamente en el médico italiano. "Siempre he estudiado y leído. Y entre mis intereses siempre estuvieron las investigaciones científicas sobre la sustitución de todos los órganos vitales, porque creo que son las más útiles para mi caso", apunta este joven que proyecta una gran capacidad intelectual, mucha autoestima y seguridad en sí mismo.


El dilema ético


Preguntado por qué no se realizan nuevos experimentos con animales, responde que el doctor Canavero ya dirige unas investigaciones en China, "cuyos resultados serán presentadoa en la conferencia de neurocirujanos que se celebrará en Illinois (EE.UU.) los próximos días 12 y 13 de junio".


"Canavero ya demostró que la sustancia funciona cuando devolvió la capacidad de moverse a una chica con un grave traumatismo de la médula. Estoy convencido de que si la conferencia es un éxito, recibirá el apoyo de países interesados en que esta tecnología se desarrolle en su territorio", añade.


Inmerso desde hace un mes en una gran campaña mediática para dar a conocer su caso, Valeri tiene intención de viajar al congreso gracias al dinero que recauda a través de su web Desireforlife.org. "Las investigaciones en este campo son necesarias y no pueden ser coartadas por motivos éticos, que frenan en la actualidad el progreso. No hay que cortarse, sino trabajar en tecnologías capaces de salvar la vida a cientos de miles de personas", insiste.


Desde su silla de ruedas, que mueve con un control instalado en uno de sus reposabrazos, Valeri rezuma ganas de vivir, de estudiar, de investigar, de pasar tiempo con su madre, sus familiares y sus muchos amigos. Su padre era militar y murió hace años, y su madre, una señora ya mayor que no puede hacer mucho por ayudarle en sus quehaceres diarios, es una psicóloga que tiene mucha culpa de que Valeri sea hoy un hombre maduro, con la cabeza bien puesta sobre los hombros.


"Mi madre me apoya y tiene mucha fe en el éxito de la operación, aunque es verdad que no domina todos los detalles técnicos. Mis amigos, que sí se han acercado más a la investigación de Canavero, están mucho más preocupados y tienen miedo de perderme. Me dicen que me quieren tal como soy", reconoce Valeri.


Como programador informático tiene gran éxito en sus dos trabajos, que le han permitido comprar un cómodo y bonito departamento, habilitado para sus necesidades, en la ciudad histórica de Vladímir. Sus ganancias también le permiten contratar a asistentes que le ayudan cada día en las cosas corrientes que no puede hacer por sí sólo, como vestirse o bañarse.


Miembro activo de la asociación de personas con movilidad reducida de su ciudad, lleva años trabajando en mejorar la rehabilitación y la inserción laboral de otros como él, y también en promover la accesibilidad urbana. "Mi enfermedad es degenerativa, y al final, mortal. Esta dolencia degenera los músculos, y no hay que olvidarse de que el corazón es también un músculo", concluye Valeri, que recuerda que los primeros diagnósticos le auguraban una vida de apenas 25 años.

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