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Se acabó el sueño: Chile, eliminado de Copa América

Merced a sus propias y conocidas limitaciones, el cuadro de Pedro García cayó 0-2 ante México en cuartos de final del torneo continental. Un esperable despertar para una ilusión que -tomando en cuenta la realidad actual del fútbol chileno- tenía poco en qué sustentarse.

22 de Julio de 2001 | 18:12 | Patricio Corvalán C, emol.com
PEREIRA.- La gula es un pecado capital y aunque los resultados de Chile en la primera fase había despertado el apetito incluso por un podio en Copa América, en el fondo creer que se podía seguir disfrutando del banquete -eliminando este domingo a México- tenía mucho de pecado capital.

La crítica ni siquiera da para condenar. Si México venció por dos goles a cero en los cuartos de final del torneo (anotaciones de Arellano, a los 17', y de Osorno, a los 78') fue simplemente por tratarse de un equipo más práctico y afiatado que, de igual a igual, supo jugar mejor al fútbol.

Más allá de las licencias defensivas dadas por los rojos (sólo Fuentes se puede salvar de algún tirón de orejas), o de las indecisiones en las bandas para salir atacando, lo que Chile mostró en Pereira no fue menos de lo esperado. En estos tiempos, la selección nacional no tiene más que voluntad (poca, es cierto, porque se le desvanecen las ganas cuando asume que no puede cambiar los resultados) y un desordenado despliegue. Da la sensación de que los rojos se sienten más cómodos llevando el partido desde atrás, esperando en el fondo, aprovechando los espacios.

Ante ese esquema, México supo exactamente cómo jugarle a Chile. Tal como el segundo tiempo de los colombianos o los largos pasajes del encuentro con Venezuela, fue el rival el que obligó a Chile a tomar la iniciativa y, en ese plano, era como hacer que un niño manejara un camión. Bien plantado en defensa, México simplemente aprovechó las ventajas defensivas otorgadas por el antagonista, condujo atinadamente el contraataque, jamás se desprotegió y supo detener cualquiera de los tímidos y desordenados embates de su adversario.

Aunque Eros Pérez mejoró el despliegue, bastó que el DT mexicano Javier Aguirre le mandara un veloz desbordador (Zepeda) para desestabilizarlo. Y claro está que por la otra banda Maldonado no rindió, culminando un torneo horrible para el hombre del Sao Paulo.

Siempre los futbolistas reclaman ante el crítico que no rescata nada bueno de un plantel. Pues bien, hilando grueso, este domingo se salva Valenzuela por su empuje, Vargas por su experiencia (tapó otros tres goles mexicanos) y Montecinos por su empeño. El delantero, mención aparte, fue lejos el factor de más riesgo para los rivales en este certamen.

El resto, en lo suyo. Lo que hay es lo que se ve no más y no hay nada qué hacer. Ni siquiera se jugó mal -en serio-, porque los yerros defensivos eran los esperables, los problemas en el quite y en la entrega los podía vaticinar hasta un aprendiz de brujo y la falta de desborde, de un conductor, y de finiquito no aparecen como un extra de último minuto.

Tal vez se cumplió más de lo esperado e incluso hubo un regalo navideño anticipado con el 4-1 ante Ecuador en el estreno. A lo mejor esa noche tuvo la culpa de creer en los brujos, pero lo que se vio de ahí en adelante era lo que se esperaba: voluntad y la lastimosa realidad de querer y no poder.

Pensar en llegar más alto todavía era gula. Un pecado capital. Tan grave como pedirle a Pedro García que, con todos los imprevistos que ha tenido para armar "lo mejor de lo nuestro", se colocara entre los cuatro primeros. Eso ni siquiera es soberbia. Es tontera. Y la tontera, al menos en la Tierra, es un pecado que no tiene remedio.
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