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La Columna de Amanda: Mi idioma perfecto

12 de Septiembre de 2003 | 17:48 | Amanda Kiran
Dormía profundamente, pero algo interrumpió mis sueños, un ruido, no sabía qué.

Mi amiga Andrea en cambio, que dormía a mi lado derecho, estaba zeta, a ella nada le interrumpía su relación intensa con Morfeo.

Estábamos de viaje, las dos, compañeras de trabajo.

Siempre intentábamos tomar vacaciones juntas y así recorrer lo más posible. Ojalá recorrer el mundo antes de que llegaran los hijos y las reales responsabilidades.

En una de esas trotadas por el mundo, nos encontrábamos en París, en un hotel muy normal.

Con nada más que un par de estrellas en su frontis, decidimos alojar ahí. Era perfecto para un par de mochileras como nosotras. Eran las 3 de la mañana y yo ya estaba despierta por estos constantes y extraños ruidos. Me levanté, traté de mover a la Andre, pero no hubo caso, así que me remonté sola a la adversidad.

A decir verdad, me mataba la curiosidad. Quería saber que pasaba, pero los altos muros de una pieza nada de acogedora no me dejaban oír ni ver bien. Volví a cerrar la puerta tras de mí, y al segundo después siento que alguien toca.

¿Alguien me descubrió husmeando? Fue lo primero que pensé. Pero no, nada que ver.

Abro la puerta y veo a la recepcionista con cara de susto. En un francés bastante veloz, nos avisó para que bajáramos, ya que había un incendio en el piso 6. Nuestra habitación era la 507.

Desperté a la Andrea a golpes fuertes en la espalda, por suerte ella, ya algo incorporada, me escuchaba. Le expliqué rápido y, sobre el pijama, nos pusimos una chaqueta y colgando la cartera. En ese momento no pensamos que todo puede pasar en un incendio. No pensamos en todo, jamás en arreglarnos un poquito, o mirarnos al espejo, menos mal, tal vez fue para mejor. Nuestra pinta era de terror, zapatos, pijama, chaqueta y CARTERA, nos veíamos bellas.

Así, en esa ridícula facha, bajamos las escaleras en nuestro mejor y más veloz trote. Al pisar el lobby, nos percatamos que se encontraba repleto, ya que el hotel estaba copadísimo.

Como no cabíamos en él, decidimos salir a la calle. Había más aire, y podíamos al menos estar.

Afuera se encontraban los bomberos, bomberos franceses. La Andrea no pudo ocultar su emoción.

Su cara de susto se esfumó rápidamente y sacó de su "cartera" la cámara de fotos, que llevaba a todos lados.

Con total desplante empezó a fotografiar el hecho, y a estos actores de cine con uniforme y casco.

Realmente eran bien dotados, y muy amables.

Yo, muerta de vergüenza le pedía que parara...

¡Por favor para, no sigas! Mi vergüenza era total y no sabía donde meterme. Ella no se detuvo, hasta que uno de ellos se acercó. Lo percibió cada vez más grande desde su entrometido lente. ¡Ay! Pensé en voz alta, nos va a retar. Para mi total sorpresa, nada de eso ocurrió, al contrario, esto de las fotografías era de lo más pintoresco para él, y se puso a conversar, entre risas con ambas.

Con mi casi nada de francés, su inexistente español y el alemán de mi querida amiga comenzaron las señas y la comunicación que mueve al mundo, el coqueteo.

Como si nada, empezó a llegar el resto de ellos, y nos explicaron que el incendio era solamente un corto circuito en el enchufe de una habitación en el sexto piso.

Por suerte, nada grave. Ya luego terminaría todo.

Nuestra expresión era de total relajo ya.

La verdad, desde que los vimos a ellos, nuestra preocupación por el incendio se había esfumado, pero había que aparentar.

Estábamos por fin entablando amistad en este nada de amistoso país tras una situación extrema. Eso era para recordar.

Al día siguiente, nos vinieron a buscar para salir, y así mientras estuvimos en Francia. Fue un extraordinario viaje y su amistad la conservamos hasta hoy.

Siempre dicen que no hay mal que por bien no venga, pero depende de uno tomar los tropiezos como una experiencia positiva, y sólo algunos tienen la fortaleza para hacerlo y sobreponerse a todo.

No todos somos así, y esta columna va especialmente dedicada a alguien que siempre saca algo bueno de las cosas malas.

Ella nos transmite fuerza y positivismo cuando más lo necesitamos, inclusive cuando ella se siente mal.

Gracias Sol.
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