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Café Tacuba mostró sus pergaminos

La banda mexicana ofreció un espléndido espectáculo de más de una hora de duración, que les significó obtener dos antorchas.

20 de Febrero de 2005 | 03:57 | Felipe Ossandón, El Mercurio en Internet



VIÑA DEL MAR.- Aunque sus discos no alcancen ventas espectaculares, ni sus canciones suenen demasiado en las radios, Café Tacuba es considerada una de las mejores bandas latinoamericanas del momento.

Y esta noche lo confirmó con un espectáculo como los que ya tiene acostumbrados a sus aficionados y con los que de seguro sorprendió a quienes los veían por primera vez.

Liderados en todo momento por su infatigable vocalista Rubén Albarrán (que por estos días se hace llamar Sizu Yantra, sólo Dios sabe por qué), quien parece un gigante sobre el escenario.

El memorable número de cierre, que comenzó cerca de las 2 de la mañana, se inició con “Cero y Uno”, para luego encender definitivamente al público con “Flores”.

Todo esto con Sizu a la cabeza, cuyo baile es descoordinado y frenético, y recorre todos los pasajes del escenario. A veces también se esconde en algún rincón y canta desde allí sus canciones melancólicas.

Sólo deja el escenario para que Quique cante "Eres", otra de esas canciones con las que los mexicanos demuestran que no les interesa el estribillo fácil, ni alcanzar el éxito buscando los atajos.

Vuelve Sizu, pero sólo presentar “Al Gran Jefe. Al Mito. A la leyenda”: Álvaro Henríquez.

El chileno sube por primera vez al escenario para interpretar “Tírate”, en versión Tacuba, alternando la voz con el vocalista mexicano.

Y tras ese tema de Los Tres, Sizu se lanzó con “Ingrata” otra vez a correr desenfrenadamente por el escenario contagiando al gran público: “Te pido que no regreses sino es para darme un poquito de amor”, canta Albarrán, para luego bajar las revoluciones e interpretar “Déjate caer” (también de Los Tres) la que incluye una divertida coreografía que los cuatro tacubas desplegaron al borde del escenario. Una coreografía que intentó imitar Myriam Hernández (en ese afán de querer hacerse siempre la divertida que tiene Myriam) y que la hizo efectivamente caer estrepitosamente de espaldas.

Eso es un show de Café Tacuba. Por un lado la energía inagotable de su vocalista. Por otro, la cadencia lenta y parsimoniosa de sus corpulentos compañeros de banda.

“¿Están seguros muchachos?” le pregunta Sizu al público, que responde que sí, que quieren seguir escuchando canciones de Café Tacuba.

Y la verdad es que los mexicanos no parecen tener ganas de dejar el escenario. Nada les importa. Reciben con gestos grandilocuentes las dos merecidas Antorchas que les concedió el público y les importó un comino que hayan o no estado transmitiendo por la televisión el concierto. Porque lo que les importaba era tocar, lo importante era contarnos una historia que nos hiciera sentir bien.

Y lo consiguieron: “Amor violento” (otra vez con Henríquez), “Chilanga banda”, “El Metro”, se fueron sumando a la lista de temas con que los mexicanos acumularon más de una hora y quince minutos de un show espléndido y en el que la banda cerró cuando el escenario estaba prácticamente a oscuras, lleno de técnicos que querían irse para sus casas, mientras Sizu simulaba ser acribillado a balazos por los rasgueos de una poderosa guitarra.
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