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Un simple abrazo

31 de Diciembre de 2005 | 15:12 | Amanda Kiran
Año nuevo. Cosas nuevas. Ese año tuve que quedarme sola en Santiago, porque toda mi familia se fue a la playa.

Yo tenía que quedarme a un campeonato que había en Santiago y debíamos entrenar el 1° de enero a las 17:00 horas. Entonces no me pude ir.

Me quedé sola en mi casa. No tan triste, porque una amiga me había invitado a una fiesta en su casa. Debía llegar a comer. No pude lograrlo. Después de entrenar llegué a ducharme y me demoré.

En vestirme y arreglarme un poco, me dieron las 11:00 de la noche, así que no alcanzaría la cena. Sólo a los abrazos.

Yo vivía en La Reina, y la familia de mi amiga en Vitacura. Lejos. Así que me apuré y fui a tomar la micro. Un 31 de diciembre a las once de la noche, no sería fácil encontrar micro. Pero llegó una. Iba con el menos diez personas más, así que no me sentí sola.

En eso, se empezó a hacer largo el camino. Y de repente, se paró el bus. Nos quedamos en pane. La micro empezó a echar mucho humo y nos detuvimos. Me asusté. Luego me dí cuenta que le faltaba sólo un poco de agua. Así que conseguimos una botella y fuimos a una casa a pedir lo que le faltaba.

El chofer se aseguró de ponerle mucha y se llevó una botella de emergencia.
Entonces seguimos en camino. Ya sólo quedaban cinco personas en el bus, contando al chofer y a mí.

Los minutos seguían pasando cada vez más rápido. En cualquier momento llegarían las doce, y yo, arriba de una micro, sola, bien vestida, peinada, recién duchada, olorosita.

Ya cuando quedaban diez para las doce, se bajó el último pasajero que quedaba.
Entonces era sólo yo. El chofer y yo. Nadie más a lo largo de los asientos y el pasillo interminable de la micro. Fue -en ese momento- cuando me sentí extraña, de no abrazar a nadie justo al cambio de año.

Ni uvas, ni lentejas, ni calzones amarillos, ni abrazo. Nada. Absolutamente nada para mí. Todo por el deporte. En el momento me pareció un poco triste, pero tenía que ser así.

Y llegaron las doce. Mi reloj sonó y se sintió un grito inmenso, como de todos los chilenos unidos. Un Chile unido. Un sueño. Se veían destellos, de algún fuego artificial que estaba siendo visto por millones. Pero ni por el chofer ni por mí.

Entonces pasó lo divertido. Luz verde. No importó. Freno de mano puesto. El hombre se levanta, se me acerca y me dice: "Arriba chiquilla para un abrazo, ¡Feliz año señorita!" Y me emocioné. Lo miré sorprendida. Me levanté de mi asiento impresionada, y nos dimos un buen abrazo de año nuevo.

Una amiga me decía que el primer abrazo, siempre debe ser a un hombre
(cuando eres mujer) para encontrar el amor eterno y mantenerlo (puras chivas, pero uno les hace caso). Así que al menos esa superstición la estaba cumpliendo.

Luego se fue a su puesto de trabajo y me llevó hasta la puerta de la casa de mi amiga. Chofer particular. Una dulce amabilidad, con él, ya camino a su casa. Fue una noche maravillosa.

Luego de eso, en la fiesta, bailé hasta tarde y me quedé a dormir ahí. Al día siguiente, a entrenar. Todas mis compañeras de equipo, mientras trotábamos, contaban sus anécdotas de año nuevo. Pero adivinen qué... ninguna superó la mía.

Así que... ¡Muchos abrazos y alegría para este 2006!

Amanda Kiran
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