SANTIAGO.- Un hito, una mujer escribió una nueva y fundamental página de la historia de Chile. Después de 57 años de dictada la ley que otorgó derecho a voto a las chilenas (1949), una mujer logró instalarse en el sillón de O´Higgins.
Michelle Bachelet Jeria, de 54 años, soltera, asumirá el próximo 11 de marzo la Presidencia de Chile, hito que quedará en los anales de la historia del país.
Su triunfo en segunda vuelta por un holgado margen –menos estrecho que el del Presidente Ricardo Lagos en 2000- la pone en una posición privilegiada para guiar los destinos del país.
Será la primera mandataria en contar, por primera vez desde que se reinstauró la democracia en 1990, con mayoría en ambas cámaras del Congreso. La Concertación, que obtuvo un 51% de los votos en las elecciones del 11 de diciembre pasado, consiguió mantener su supremacía en la
Cámara Baja e imponerse por dos senadores en la
Cámara Alta (y que mantendrá a lo menos 8 años).
Aunque Michelle Bachelet ha expresado con claridad que ella no se sujetará a los mandatos de los cuatro partidos que componen la Concertación, su posición no será fácil. Por mucho que sostenga que los dirigentes políticos no sacan nada con estar negociando, porque las decisiones las tomará ella, la situación no se ve tan clara.
En la primera vuelta obtuvo sólo un 45,95 % de los votos debido, quizás, a una campaña alejada de las estructuras de poder de los partidos, especialmente de la DC, y con un acento claramente ciudadano.
Esa situación, que no le otorgó un triunfo el 11 de diciembre, la obligó a instalar rápidamente al frente de su comando a figuras democratacristianas como Andrés Zaldívar y Soledad Alvear y colocar como generalísimo a un ministro del Presidente Lagos, Sergio Bitar (PPD), lo que implica que el nivel de independencia que quería mantener, en cierta forma, lo tuvo que ceder.
Su triunfo holgado de hoy, con más del 53,49% de los votos, no sólo se debe a que la votación de humanistas y comunistas se sumó a sus arcas, sino que, la maquinaria de la Concertación salió a terreno, al igual que las más importantes figuras del gobierno de Lagos, con el Presidente a la cabeza. Esto le valió una de las más duras críticas de la oposición, que en las últimas semanas reclamó por el
intervencionismo descarado del Gobierno.
La tarea de la futura Presidenta, que comienza mañana con la designación de las personas que asumirán en el próximo gabinete, será una prueba para su capacidad de imponerse sobre las cúpulas tradicionales del poder. Los próximos 53 días que la separan de su juramento los vivirá bajo la presión de la dirigencia de los partidos, que buscará una repartición equilibrada de las cuotas ministeriales y cargos en el servicio público.
También implicarán una prueba por cuanto Michelle Bachelet se ha puesto una serie de altas vallas. No sólo prometió que en su gabinete habrá paridad de cargos entre mujeres y hombres, sino que además, ningún ministro o subsecretario actual se “repetirá el plato”, cuestión que tiene varias interpretaciones y que la llevó a precisar recién el viernes que se refiere a que ninguna autoridad se quedará en su cargo, pero que podría optar a otro.
Relaciones con el Congreso
La privilegiada posición de Michelle Bachelet, al contar con un Congreso favorable es a todas luces un hecho relevante. La Concertación podrá imponer su posición en los proyectos que requieran simple mayoría, pero no así los de quórums calificados.
Sin embargo, esto mismo se puede convertir en un arma de doble filo para la futura gobernante, por cuanto, la posibilidad de sacar leyes sin la necesidad de negociarlas con la oposición puede abrir muchos apetitos, especialmente, en sectores sociales que se han sentido postergados.
La estabilidad del país, valorada por todos en los últimos 16 años, se debe precisamente a que la mayoría de las normas y cambios profundos que se han realizado han contado con la venia de todos los sectores políticos, sin que uno se impusiera sobre el otro.
Otro de los desafíos que tendrá la nueva Presidenta se deriva de la perpetuación de la Concertación en el poder. Cuando ella abandone su cargo en 4 años más, la coalición oficialista habrá cumplido 20 años al frente del país. Eso encierra una serie de peligros, como el riesgo de una corrupción generalizada, que de no ponérsele atajo podrá terminar con los gobiernos oficialistas, tal como ocurrió en otras naciones latinoamericanas como México y el PRI. Esto es reconocido en privado por muchos dirigentes concertacionistas que ven que los casos de corrupción se han incrementado en los últimos meses.
A título personal, Bachelet deberá sortear la serie de críticas que desde las mismas filas de su coalición y la oposición se levantaron respecto de su preparación y capacidad de mando. No sólo deberá demostrar que las mujeres están calificadas para dirigir los destinos del país, sino, además, rebatir a quienes la han acusado de debilidad, falta de preparación en varias áreas técnicas y descontrol bajo el fuego cruzado.
Destino de la Alianza
La Alianza por Chile, a partir de los resultados de hoy, tendrá que empezar de nuevo. Si bien, Sebastián Piñera logró un buen resultado, un 46,5% que lo instala dentro de los líderes de la oposición, no consiguió el primer lugar.
Piñera, en esta segunda vuelta, no sólo no logró captar todos los votos de Joaquín Lavín, el abanderado de la UDI, (ambos sumaron un
48,65% en la primera vuelta) sino que además, no consiguió superar el 48,69% de los votos del gremialista en la segunda vuelta presidencial de enero de 2000, cuando Lavín perdió por casi 100 mil votos ante Ricardo Lagos.
Los que esperaban que la participación de Piñera en la segunda vuelta desequilibrara irremediablemente el poder dentro de la Alianza en favor de su partido se equivocan precisamente por lo anterior. Piñera no pudo sumar más que el ex alcalde, y la UDI, en las pasadas elecciones parlamentarias, se consolidó como el partido más fuerte del país, el con mayor votación nacional y mayor cantidad de diputados y senadores. El gremialismo tratará de no cargar con todo el costo de la derrota y podrá arguir que el resultado se debe exclusivamente a que la derecha fue dividida en la primera vuelta, debilitando toda opción del sector.
En todo caso, lo ocurrido, en donde RN logró pasar a la segunda vuelta, sí termina con la hegemonía del gremialismo dentro de la oposición y ahora habrá que ver quién logra levantarse como nuevo líder del sector. Varios nombres aparecen en el horizonte, entre ellos, Pablo Longueira, quien tendrá una vitrina especial a partir de marzo desde el Senado, y Andrés Allamand, quien también asume en la Cámara Alta.
La Alianza tendrá que administrar su escaso poder en el Senado (sus votos se requieren para los quórums calificados), pero también deberá trabajar por consolidarse como alternativa real de gobierno si quiere romper con la supremacía de la Concertación.