EMOLTV

Corazón valiente

07 de Abril de 2006 | 20:14 | Amanda Kiran
Se oía un pito extraño. Un sonido. Ah… debe ser tu celular le decía uno. El otro contestaba: seguro que es el tuyo.

¿Quiénes eran? Una pareja de adultos mayores. Jubilados ya. Todo esto, mientras almorzaban. Seguían conversando, y el pito seguía sonando. Demasiado cerca. Muy encima de ambos.

"¡Ah!, así no se puede almorzar", dijo él. "Entonces, busquemos para ver quién es el culpable", contestó ella.

Todo esto, ya entre risas. Y fueron a buscar una de las tantas tecnologías no tan bien manejadas. A medida que se separaban, se dieron cuenta que el sonido iba más con uno que con el otro. Había un culpable. Había que ver quién.

Esta pareja tenía, eso sí, algo diferente que cualquier pareja de jubilados. Era una pareja que había sufrido una pérdida. Tremenda pérdida. Su hijo mayor.

¿Y cómo? Haciendo su deporte preferido. Sufrió un ataque (mortal) al corazón en la mitad de la cancha. Los dejó para siempre. Y justo ahí, entre sus compañeros de equipo, en la mitad de su pasto, en la mitad de su vida.

No sólo dejó a sus hijos y su señora. Dejó a esta pareja de padres destrozados y desolados.

Ya de esto hace diez años.

Entonces, ambos recordaron este momento, con el "famoso sonido". "Viejo -le dice ella- es la pila de tu corazón. Algo no está funcionado bien".

Hace más de cinco años, y producto de un preinfarto, el corazón dolido de este viejo había tenido que ser intervenido, y ayudado para que no siguiera sufriendo "accidentes vasculares encefálicos", como dijo el doctor.

Esta situación asustó mucho a todos. Y todos recordamos a su hijo. Es por eso que se le intervino, y se le agregó esta pilita que debía avisar cuando algo no anduviera bien. Pero para eso debían quedar al menos cinco años más, y todo eso se estaba adelantando.

Al viejo le estaba fallando la pila. Su motor. Su corazón. Su antiguo dolor. Visitas rápidas al doctor. Consultas de quirófano. Pabellones liberados. Había que entrar e intervenir, una vez más. Entonces, fue el momento de la verdad. Nuevamente había que pasar por todo eso. Todo aquello que él habría preferido que su hijo pasara. Pero le tocó a él.

No se mostraba como una intervención fácil. Había peligros, detalles, dietas, cuidados especiales. Había que tratar con delicadeza a éste, como a cualquier otro corazón.

Una pila, una falla, un momento, una risa, un recuerdo, y a pabellón. Entonces fuimos todos. La acompañamos a ella. Y de alguna forma a él. Lo vimos entrando envuelto en su sábana verde, con cara pálida, pero sonrisa feliz.

Y las puertas se cerraron en nuestras narices tras pasar la camilla. A esperar las cuatro horas, o más.


Amanda Kiran
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?