Los comerciales deportivos están cada vez mejores. Es una competencia a muerte por todas las marcas, ya sea de bebidas, ropa deportiva y otros muchos misceláneos, por hacer el mejor comercial.
Ahora se disputan, dentro de la creatividad, el más diferente, el más audaz, el más incisivo, el con mayor impacto, el que demuestre mayor habilidad o el que tenga mayor cantidad de rostros conocidos.
Es así. Es como están las cosas, es como funciona el mundo publicitario.
Y el que sea afortunado, por sus virtudes y por el cariño de la gente, además de su calidad en lo que hace, es el elegido para aparecer, después de un pago millonario, por hacer algo. Por hacer, lo que sabe hacer.
He visto a Beckham, Roberto Carlos, Ronaldo, Ronaldhino, Zinedine, Salas, Cantoná, Agassi, Sampras, González, entre muchos otros, mostrándose. Mostrando lo que hacen. Pero ver al Diego con la camiseta de Brasil, al menos para mí, fue increíble e imborrable.
Nunca pensé que vería al icono del fútbol argentino, con otra polera que no fuera la de Boca o la albiceleste.
Entonces, sin terminar de ver ni entender el comercial, fue que quedé en estado de sorpresa total, por no entender, cómo podría ser que este jugador se pusiera algo amarillo.
Me imagino el estado de shock para sus fans más fanáticos, para sus no tan fanáticos, y para el pueblo argentino, que se caracteriza por ser exagerado y ser amante de su bandera (si no, recordemos a la señora de Menem).
El tema está en que el comercial tenía su vuelta y su revés, demostrando que para el Diego, fue una pesadilla.
Pero queda la duda, ya que para los brasileños todos quieren pertenecer a su seleccionado nacional, en forma subconsciente. Entonces, va mi sueño personal.
Qué agradable sería que te llamaran para aparecer haciendo tu deporte favorito, y que además te pagaran muchos millones por ello.
Qué agradable sería que por tus habilidades la gente quiera comprar algo, te quiera imitar o quiera, más encima, ser como tú.
Pero qué terrible sería tener que tomar la decisión, sea explícita o no, de tener que usar otra camiseta, con otro color, con otro sabor y con otro olor, del que tu siempre has defendido.
Lograr de alguna forma desalentar a los niños que te ven. A los que te apoyan. A los que creen en tí. No digo que esté bien o esté mal, sólo digo que debe ser difícil.
Si a mí me preguntan, claro que me gustaría que muchos quisieran imitarme. Pero con mis colores. Con mis virtudes. Con mis valores.
Es por eso que, aunque a veces me apene, que no nombren todos nuestros logros, y extrañes –de alguna forma- ser reconocido, es por lo que amo el anonimato. Amo hacer deporte por la pasión que ello lleva y por la pura competencia. Aunque me encantaría haber sido profesional de mi disciplina, de alguna forma u otra reconozco en mí la pasión verdadera del juego y de la ética deportiva.
Entrenar por diversión, elegir el color que vistes y sentir que en verdad estás ahí porque quieres y, por qué no, finalmente mi contrato fue mejor. Por eso es que juego bonito, no por otra cosa.
Amanda Kiran