BERLÍN.- Una tasa de ocupación de casi 100%, una media de 52.000 espectadores por partido y un ambiente festivo en los estadios dejaron un balance altamente positivo para los organizadores del Mundial 2006, que habían sufrido críticas por el sistema de venta de entradas.
Más allá de que no se ha superado el récord establecido en el Mundial de Estados Unidos 1994, con 69.000 espectadores por duelo, pero con una capacidad en los estadios fuera de comparación, el Mundial germano fue "un gran éxito", según el presidente del comité de organización, Franz Beckenbauer.
"Lo que más me impresionó fue ver los partidos con los estadios llenos", comentó el ex jugador.
Beckenbauer había estimado antes del inicio del torneo que "el tema de la boletería debería ocuparlos hasta el 9 de julio, hasta que el árbitro pite el final de la final".
La dificultad de dar con los billetes (tres millones, pero sólo 1,1 millón disponibles para la venta al público) y, sobre todo, la distribución de un gran número (490.000, 16%) entre los patrocinadores y las delegaciones, habían puesto a los organizadores en medio de las críticas antes de comenzar la fiesta del fútbol.
Con la excepción del partido Angola-Irán, el 21 de junio en Leipzig (38.000 espectadores para 43.000 plazas), los otros 61 partidos, antes de disputarse el juego por el tercer puesto y la final, se disputaron a estadio completo.
Había temor de que los estadios aparecieran con asientos vacíos o directamente ocupados por espectadores sin mucho conocimiento, a causa de las entradas asignadas a los patrocinadores, pero "el ambiente en las canchas fue excepcional", se felicitó Joseph Blatter, presidente de la FIFA.
"Los patrocinadores de la FIFA y del comité de organización distribuyeron sus boletos a jóvenes y conocedores del fútbol", insistió Beckenbabuer.
Sin embargo, el comité de organización no pudo respetar todas las premisas que había informado antes del Mundial.
"No podemos controlar a cada espectador. Procedemos por muestras" al azar, admitió el comité de organización, cuando la gente temía hacer largas colas para ser revisada antes de ingresar a los estadios.
Aquello no impidió que los revendedores del marcado negro se muestren alrededor de los estadios o hagan ofertas en sitios internet para ofrecer las entradas, que para la final, y antes de la eliminación de Alemania ante Italia, habían subido a más de 2.000 euros.
La FIFA, que anunció que se encargará de la venta de entradas durante el Mundial 2010 en Sudáfrica, y no por medio del comité de organización, como fue el caso en Alemania 2006, necesitó enderezar algunos despistes de ciertas federaciones.
Por ejemplo, tuvo que excluir a un miembro de su comité ejecutivo, Ismail Bhamjee, de Botswana, quien reconoció haber vendido entradas en el mercado negro por el triple del valor de cada una.