Por esa época, varios años atrás, mis ídolos musicales era U2. Aún son ídolos y excelentes músicos para mí, pero en aquellos años eran lo único.
Mi colección en la casa. Mis únicos CDs en el bolso. Mi búsqueda en la radio. Mi entrada comprada al menos con un mes de anticipación. Nada más que U2. Bastante monotemática.
Recuerdo que ese verano entrenamos como locas porque teníamos una gira. Y Santiago, una vez más, fue mi veraneo obligado, por opción. Entonces se gozaba diferente, el calor, la soledad en las calles y los entrenamientos a toda hora junto a las amigas y el calor seco de enero y febrero.
La gira comenzaba el mismo día de mi esperado recital, y yo no lo podía creer. Lo mejor de quedarse en Santiago sería que no tendría que volver para verlos, y se me daba este problema.
Así que con una personalidad inusual y única, me aventuré donde mi entrenador y dije: "Yo no me puedo ir el jueves, me tengo que ir el viernes, lo lamento. ¿Me puedo ir sola?".
El entrenador, con cara extrañada, me dice. "Amanda, salimos todos el viernes. El club anfitrión nos cambió la fecha un día". Salté de alegría y me disculpé. Salí corriendo.
Semanas después y con el destino a mi favor, fui tranquilamente al esperado recital. No sólo vi los goles de Marcelo Salas contra Inglaterra en pantalla gigante, si no que disfruté como nunca uno de los mejores recitales a los que he asistido, en compañía de un par de compañeras de equipo que convencí para que se sumaran. La cancha estaba repleta.
Nos encontramos con mucha gente conocida. Todos nos deseaban éxito en nuestros encuentros amistosos con las trasandinas. Disfrutamos como locas, y nos acostamos en cuanto terminó el recital. Al día siguiente partíamos a las 14:00. Llegamos al aeropuerto como a las once de la mañana.
Juntamos todo, pasamos los pasaportes y luego empezamos a hacer la extensa fila para pasar nuestras maletas. No sé si fue el calor, el aire acondicionado del aeropuerto o la emoción de la noche anterior, pero me empecé a sentir realmente mal. Sentía un mareo extremo, y empecé a percatarme que me estaba bajando mucho la presión.
Cuando ya estaba de color verde, mi entrenador con el preparador físico me tomaron antes de caer al suelo y conmigo en brazos preguntaron a donde me podían llevar. La línea aérea pensó que lo mejor sería el salón VIP.
"Ahí hay whisky", dijo un empleado de la misma línea, "eso le hará bien para que vuelva a la normalidad". No sabíamos si era lo mejor alternativa. Pero con lo mal que me sentía, nada me haría peor.
Me tomaron en andas y recorrimos casi todo el aeropuerto, con toda la gente observándonos, hasta que dimos con la famosa puerta del salón VIP. Ahí me recibieron muy bien. Estaba como en las estrellas. A pasos de un desmayo, que por suerte no llegó.
Me sentaron en un salón con cómodos sillones de color rojo y un bar extenso, como el del mejor restaurante de la ciudad. Luego me trajeron el famoso whisky. Fue cuando escuché revuelo y conmoción por las auxiliares del salón. Todas murmuraban y comentaban algo. Seguro no era por mí ni por mi carrera deportiva. Pero no seguí pensando qué podría ser.
Mis entrenadores ya se habían ido, y nos volveríamos a encontrar dentro del avión. Así que ahí estaba yo, sola, en un salón VIP donde nunca había estado pensando que tal vez, nunca volvería a estar. En eso, una voz diferente, con un acento diferente y un idioma reconocible pero no nativo, me sorprendió: EL INGLES.
Pasaron por delante de mí los integrantes de la banda. Iban hacia una parte privada y aún más VIP del salón. Yo, media desmayada con cara de muerta, verde y fea como la noche oscura, me traté de componer. Cosa que no fue posible. Al pasar, su vocalista notó mi mala cara y educadamente dijo: "Are you ok? (¿Estás bien?)".
No sé cómo supo que hablaba inglés, pero en ese momento amé al odioso profesor Morgado de aquella materia. Y respondí: "Getting better, thank you. (Mejorando, gracias)".
Y me sonrió, antes de cerrar la puerta que nos separó. Eso fue mejor que cualquier whisky. Mejor que todo, y broche de oro para un recital y futura gira. Mis partidos fueron inspiradísimos. Jugué mejor que nunca. Y quedé seleccionada para lo que venía. Lo que sí no le conté a nadie fue mi fuente de inspiración.
Amanda Kiran