Trotar bajo el sol, además de dar calor, da sombra. Sombra tras uno, a nuestro lado, a la par. Nuestra propia sombra. Negra, cercana, extraña.
Los niños no siempre la entienden, y la buscan, la miran, intentan comprenderla.
¿Qué hace eso ahí siempre? Nosotros ya vivimos con ella. Nos acostumbramos. Estamos conectados a ella. Todos tenemos una. Está siempre al lado.
Una forma de mejorar, una forma de sobreexigirse, una forma de intentar ser mejor, es no dejar ser alcanzado ni manipulado por ella. Buscar méritos para que no te gane, que no te siga tanto. Hacer lo mejor posible para que no se venga encima de ti. Que no te venza jamás.
Todos llevamos una sombra. De la mano o hasta dentro de nuestro espíritu. Nuestra sombra es algo que puede transformarse. Llegar a ser gentil, ayudarnos, acompañarnos más que molestarnos. Para otros, puede ser opacidad, oscuridad, tormento.
Entonces, vemos nuestra actualidad. Y discuto con mi amigo Martín. “Estoy cansado que Marcelo Ríos siga siendo portada, cuando González está haciendo cosas increíbles”, me comenta.
Y le respondo: “¿Tú, que solías ser el fan numero uno de Marcelo Ríos?”.
“Si, yo, tenista, amante del buen tenis y del ex número uno, creo que ya es suficiente”, retruca.
Y sale a la conversa el comentario de un tercero. “Es que la irreverencia, la calidad, la delicadeza, la muñeca, la pinta, la historia del único número uno del mundo chileno no es fácil olvidarla”.
“Sí, estoy de acuerdo, pero en este momento creo que no va más”, contesta mi amigo. “No lo vamos a olvidar nunca, pero hay cosas más importantes hoy. Juega con veteranos, y él sólo tiene 30 años; es demasiada la diferencia para la importancia que se le da. Me molesta. Porque finalmente es sólo un show”.
Y siguió la discusión.
Lejana ya de lo que conversaban, me puse a sintetizar: Fernando González no ocupa moño, no se gana el premio limón (al contrario), no juega igual a Marcelo Ríos ni tiene su estilo. Un pasado tremendo demasiado cercano.
Sombra.
Pero, en forma increíble, Fernando González está jugando y ganando. Más encima, de la mano de quien llevara al mismo
Chino Ríos al número uno del mundo: Stefanky.
En la discusión me quedaron varias cosas claras. Marcelo Ríos es y será por siempre un grande de nuestro deporte. Sinceramente, será difícil alcanzar sus logros.
Pero en este momento, aunque sea divertido verlo, no tiene tanta gracia ganarle a un contrincante 17 años mayor que él. Por muy irreverente que el partido sea.
Por ahora, mi amigo Martín tiene razón que debemos apoyar, y seguir a Fernando, darle con todo, para que no sea nuestra sombra la que lo opaque.
De Chile debe recibir sólo luz, elogios y apoyo, porque está haciendo todo muy bien y está trabajando duro por eso. Seguramente su propia sombra no le incomoda, y la del
Chino tampoco.
Entonces, no seamos nosotros ayudantes de la ficción. Tiremos para adelante al deportista que hoy está dando la cara, al que está simbolizando mundialmente a todos nosotros, chilenos.
Amanda Kiran