Tiene esta película resonancias evidentes con el cine de Quentin Tarantino, con sus moldes narrativos y estética, su violencia y humor, con esos personajes que cuenta, su historia con voz en off y esos diálogos pulidos, trabajados y sintéticos que funcionan como titulares, acertijos o pruebas de ingenio.
"7 el número equivocado", de Paul McGuigan, no esconde ni camufla esta deuda con el director de "Tiempos violentos": es un producto sucedáneo y una película con propiedades similares, que parece dispuesta a asumir el influjo y a resistir las consecuencias de las comparaciones.
Es un policial laberíntico y con vidas entrecruzadas, donde todo lo que parece azar, error o simple fortuna, responde a un diseño calculado por el mayor de los motivos: la venganza.
La paradoja, además, es que el tema central de la película es una historia de duplicación y de personajes dobles. Morgan Freeman y Ben Kinsgley como El Jefe y El Rabino, son los hampones que dominan la ciudad y que viven frente a frente, en el penthouse de dos edificios idénticos separados por la misma calle. Ambos tienen un hijo y también un par de sicarios torpes e inútiles como su primera línea de protección. Y los dos gangsters, por último, van tras los pasos de Nick Richards, que entre todos sus deudores es el único que le debe dinero tanto al Jefe como al Rabino. El protagonista de la película, Slevin Kelevra (Josh Harnett), acaba de llegar a la ciudad en busca de otros aires y también de consuelo porque acaba de sufrir una decepción amorosa de las graves: descubrió a su novia con un amante en plena faena amorosa.
Porque su nombre parece de mentira, porque le robaron los documentos o porque el dueño del departamento hace días que no aparece, Slevin Kelevra se convierte en el inocente que abre la puerta, es capturado y a nadie le importa demasiado que sea o no el verdadero Nick Richards, porque la deuda es de las grandes y los hampones son exigentes, incluso con un hombre equivocado.
Quizás lo más notable son las actuaciones de Freeman y Kingsley, siempre sólidos y serios; Bruce Willis como un asesino a sueldo no hace más que reproducir, sin apenas modificaciones, un tipo de papel que ha realizado en otras películas y, en el fondo, se trata de actuar con lo mínimo: Bruce Willis haciendo de Bruce Willis. El resto del reparto avanza por un registro a medias tintas, a veces con un pie en el policial, otras veces en la comedia y siempre con una sobreabundancia de citas, homenajes y referencias cinéfilas.
Y la historia, finalmente, se ajusta y acomoda gracias a numerosos flashbacks, algunos verdaderos y otros falsos, por que lo que flamea a lo largo de "7 el número equivocado" es una atmósfera de juego y pasatiempo, como si todo fuera trivial y pasajero y eso tiene que ver, probablemente, con la naturaleza de la película: una copia aplicada, sin la energía de lo original.