Quizás por "Hechizo del tiempo" (1993), por alguna de las películas de Wes Anderson y desde luego por "Perdidos en Tokio" (2003), el actor Bill Murray poco a poco encontró el tono, ritmo e intensidad de su personaje: un hombre en la madurez y con la vida hecha, que sin embargo aún no tiene las cosas claras y es un ser poco expresivo, impávido y quizás triste, casi una sombra que camina.
"Flores rotas" de Jim Jarmush es un ejercicio para un solo hombre, donde Don Johnston es un solterón abandonado por su última amante y en este trance recibe la carta de una de sus antiguas parejas, donde le anuncia que ambos tuvieron un hijo y el joven podría ir en búsqueda de su padre.
Johnston, empujado por el entusiasmo e insistencia de su vecino Winston (Jeffrey Wright), decide emprender su propia búsqueda un poco a regañadientes y sin demasiada convicción. Más bien lo hace porque no tiene nada mejor que hacer y viaja hacia cuatro destinos y en busca de otras tantas mujeres a las que conoció hace largos 20 años.
Jarmush filma el retorno al pasado de un hombre enigmático, que en las puertas de la vejez presiente la soledad de la casa vacía, el televisor como única compañía y la rutina de vestirse todos los días con un buzo distinto. Esta es una película serena, contemplativa y sin drama, porque el protagonista es una especie de fantasma que se mueve con una carta de navegación con planos, rutas y direcciones que lo acercan a esas cuatro mujeres, donde una de ellas puede ser la madre de su hijo.
Entre Laura (Sharon Stone), Dora (Frances Conroy), Carmen (Jessica Lange) y Penny (Tilda Swinton), que en el presente han sido mejor o peor tratadas por la vida, están las cenizas de los viejos sentimientos, los restos de cariño, pasión, rabia o desprecio.
Cada encuentro se abre y cierra con lentos fundidos en negro, son capítulos del libro de vida de Johnston que se alternan con su espera en las piezas de los moteles, donde a veces un cuadro de naturaleza fría y estática se confunde con la naturaleza viva de su viaje, caminos entre bosques, hacia las casas de alguna de esas mujeres, para que escudriñe con pudor y cierto temor lo que pertenece al pasado.
La descripción del viaje no estaría completa sin advertir que en el presente y muy fugazmente, algo puede cambiar: cuando Don Johnston mira las piernas de una azafata o cuando en una tienda una joven de nombre Sun Green, le cura la herida de una ceja, el director Jim Jarmusch anuncia que nada está definitivamente resuelto, porque a la vuelta de un esquina o por un encuentro casual, el destino de dos personas puede modificarse.
Quizás el silencio, inexpresividad y asombro del personaje, tienen que ver con el paradigma de los sentimientos, donde nada es irrompible, pero al mismo tiempo todo se puede romper entre un hombre y una mujer.
El pasado y el futuro, lo ya escrito y lo que está por escribirse y por eso el rostro de Don Johnston es un fotograma en blanco y "Flores rotas" una historia incierta de final abierto.