La animación tradicional está en retirada, pero aún se las arregla para marcar presencia con algunos largometrajes, como esta producción francesa de 1998.
Al igual que “Las Trillizas de Belleville”, otra producción gala, el trabajo de animación utilizado para dar vida a la historia del pequeño e inquieto niño africano inspira nostalgia, por los tiempos clásicos de la animación, cuando la “magia” de un lápiz hacía volar a Dumbo o le permitía a Mickey ser un particular director de orquesta en “Fantasía”.
Los trazos utilizados por el director Michel Ocelot para sus dibujos son simples, sin una gran despliegue de efectos especiales.
La historia tampoco pierde ese tono de fábula que tenían los antiguos largometrajes animados, los diálogos están llenos de enseñanzas y la pureza de los sentimientos marca las acciones de su pequeño protagonista.
La igualdad, el amor por el prójimo, el respeto son temas que no dejan de aparecer en el guión de Ocelot, quien le saca partido a través de los ojos protagónicos de un niño.