Lucas, la víctima permanente del grandulón del barrio, le gusta tomar revancha inundando la colonia de hormigas del jardín. Las hormigas deciden defenderse, y con una poción mágica, reducen a Lucas al tamaño de una de ellas. Pese a que la animación deja bastante que desear en términos estéticos - no porque los monos no se muevan plásticamente, sino porque la dirección de arte es torpe, resulta imposible no reparar en la ambición moral del relato. Se trata de una lección sobre el trabajo en comunidad, sobre la ventaja de privilegiar el esfuerzo social al deseo personal. La colonia de hormigas, con sus jerarquías, es generosa y pacífica; la vida de los suburbios que rodea a Lucas es caótica y ociosaa. Hace treinta años ésta hubiera sido considerada una película comunista. Hoy es un signo de que el individualismo produce resquemores en la misma sociedad estadounidense. La cinta comete la simpleza, sí, de ignorar que la colonia de hormigas es una monarquía y algunos son mucho más privilegiados que otros; mientras el hechicero hace sus experimentos, las obreras se parten la espalda trabajando. Una sociedad así está lejos de ser un mundo ideal.