El Mercurio
Jack Sparrow es un personaje ambiguo, como lo vuelve a demostrar en la segunda parte de “Piratas del Caribe”. Su facilidad para mentir y utilizar al resto para lograr sus objetivos recuerdan a los viejos piratas, aquellos que se ganaron fama de ladrones y despiadados.
Una impresión que puede ser rebatida cuando demuestra que sus amigos, quizás no le importan tan poco y por eso se arriesga a salvarlos; o al mostrar su “gran” rudeza, que se aleja bastante de la clásica imagen de los duros hombres de mar que forjaron sus colegas.
Sus contradicciones, lejos de perjudicarlo, le permiten ser la gran figura de esta aventura de los siete mares, que le debe una parte importante de su éxito a él y a Johnny Depp, quien se vuelve a lucir interpretándolo.
Sparrow se roba nuevamente las cámaras y Orlando Bloom, el galán que saltó a la fama gracias a su papel de Legolas en la trilogía de “El Señor de los Anillos”, vuelve a ser opacado pese a que la historia trata de darle mayor protagonismo.
En su nueva aventura, el objetivo de ambos será encontrar un viejo cofre, que guarda el tesoro más importante de Davy Jones, un temido corsario.
La belleza y sensualidad de Keira Knightley, incluso cuando se viste de hombre, tampoco logra eclipsarlo, pese a que su personaje tendrá en sus manos algunos cambios de rumbo que da el guión en su desenlace.
La experiencia que ganó el director Gore Verbinski con su primera travesía junto a Sparrow es desplegada en su nuevo recorrido, que presenta un nivel de producción similar y secuencias de acción que muestran un progreso.
Lo único tedioso es que la película es demasiado larga, sin que haya una justificación para que se alargue por dos horas y media una producción que no daba para más de 90 minutos.
La única explicación razonable podría ser que Verbinski decidió unirse a la moda de las trilogías y ya prepara un desenlace para las aventuras de Sparrow, por eso quizás la alargó un poco, pero cuando se siente la tentación de mirar la hora es porque algo anda mal.
