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Crónica de una fuga

04 de Octubre de 2006 | 17:03 | El Mercurio Online
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www.cronicadeunafuga.com

Esta película contiene un dilema entre la incuestionabilidad moral de lo dicho y la imperfecta forma en que se dice. Si uno critica la segunda, pareciera que no adhiriera a la primera, cuando son cosas distintas. "Crónica de fuga" cuenta cómo en 1977, con Argentina bajo la dictadura del general Jorge Rafael Videla, Claudio Tamburrin (Rodrigo de la Serna), un joven arquero de segunda división, es secuestrado por agentes del Estado, que lo llevan a una antigua casa de torturas, donde lo mantienen encerrado por cuatro meses. Como en todas las películas de Caetano ("Pizza, birra, faso"; "Bolivia"; "Un oso rojo"), las explicaciones sobre el pasado o el origen del protagonista se ahorran y se entra de lleno en su rutina, en los detalles de su quehacer.


El problema está en que, a diferencia de sus cintas anteriores, donde la cámara registraba con distancia los hechos, casi indiferente, dejando que el relato se armara sin apuro bajo una tensión soterrada, aquí, en "Crónica de una fuga", Caetano se siente en la necesidad de acentuar, de dar énfasis, de marcar un relato que menos que nunca necesitaba marcas, dado lo conmovedor de los hechos. Así la cámara está mucho más cerca del protagonista; hay numerosos ángulos "locos"; escasea la ambigüedad en las situaciones; De la Serna, notable en "Diarios de motocicleta", está al borde de la sobreactuación. Estos énfasis nacen quizás de la necesidad de hacer interesante un relato que, en gran parte, sucede entre cuatro paredes. También podemos imaginar que el ánimo de denuncia, nunca del todo lejano al cine de Caetano, terminó por imponer una retórica efectista que suele ser su peor tentación. Con todo, Caetano no es Oliver Stone. Su cine nunca se entrega a la lujuria del espectáculo, nunca es una proyección de su egomanía, sino que conserva cierta contención, un espíritu naturalista, una actitud despojada de parafernalia, que, al final, le permite dibujar personajes sin contar prácticamente nada de ellos y crear atmósferas de notable dureza. Incluso cuando no es tan bueno, Caetano es bueno.


Ernesto Ayala

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