EMOLTV

El Hijo

13 de Diciembre de 2006 | 09:29 | Ernesto Ayala, El Mercurio
imagen
www.diaphana.fr/lefils

Seca y noble como la buena madera


Tener acceso en la pantalla grande a una segunda película de Jean-Pierre y Luc Dardenne es un lujo. Al ver en conjunto "El niño" (2005), estrenada hace poco, y ahora "El hijo" (2002), su propuesta se siente más dibujada y nítida. Una manera de explicar lo que hacen estos belgas es explicar lo que no hacen. No dan demasiada información sobre lo que está pasando. No les interesa la epopeya ni el gran fresco; como en los mejores cuentos, el universo se comprime en pocos y trascendentales sucesos. No ocupan música incidental ni nada que acentúe los acontecimientos o lo que el espectador debiera sentir. Sus largos planos permanecen pegados en la mirada o en las espaldas de sus protagonistas, y muestran mucho menos de lo que el espectador suele esperar. Todo lo que callan en información lo recompensan, sin embargo, en la extensión del detalle. El detalle está ahí para contar lo que no se ve, para dar cuenta del verdadero relato. Cuando Olivier (Olivier Gourmet), protagonista de "El hijo", se baja de su auto, revisa minuciosamente que todas las puertas hayan quedado con seguro. Los hermanos Dardenne se dan el tiempo de mostrar cómo Olivier pone cuidado en todas las acciones que realiza. El método es su vida: lo contiene, conserva su quebrado espíritu de una pieza, de la misma manera que el ancho cinturón de cuero le ayuda a mantener su espalda. Oliver trabaja como maestro en una escuela de rehabilitación para jóvenes. Es parco y seco, pero tiene el respeto de sus discípulos. Ahí llega un nuevo chico (Morgan Marinne), que lo intriga. Contar más de la trama haría perder buena parte de la tensión inicial de la cinta, que está justamente en lo que desconocemos. Sí diremos que "El hijo", con estos mínimos elementos, con su moral calvinista y sus aparentes negaciones al uso cinematográfico tradicional, no es otra cosa que una película sobre perdón. Es un perdón dolido, duro de tragar, sin abrazos ni sentimentalismo, como suele ser el perdón que cuesta en el alma. Seca, áspera y noble, "El hijo" es como la madera de que está llena.

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?