EMOLTV

El brillo

06 de Febrero de 2007 | 13:46 | Amanda Kiran
imagen
EFE

Si la historia fuera contada de atrás para adelante, seguramente sería una historia de amor. Pero no partió como tal. Todo lo contrario.


Empezó con desencuentros, frustraciones, penas, rabias, engaños y mucho más. Empezó como una historia difícil de creer. Dos separaciones en tiempos diferentes que terminó por unirlos. Antes de eso…


Ella se casaba, a él lo estaban traicionando. Ella sudaba sola en el parto, el sufría con un hijo lleno de problemas y retrasos. Ella escapaba de su frustrado y loco intento de matrimonio, el ambicionaba reparar el suyo con viajes al caribe y regalos, que no solucionarían nada. Luego de eso, ambas almas libres, se reencontraron en el momento que tenía que suceder.


Contra todos los pronósticos, ellos apostaron a algo. Los dos sumaban cinco.
A varios años de estar juntos, se atrevieron a aceptar que se querían. Era difícil creer en el amor. Y tomar decisiones definitivas.


Decidieron vivir juntos y contarle al mundo que estaban mejor. Luego de un año de acostumbramiento, pasó algo inesperado, y no buscado.Y fue perfecto. Llegó el quinto/a para la familia. Los tuyos, los míos, los nuestros. Una integrante más a esta alocada familia.


Ella vino a alegrar el invierno. Y con su alegría, se acompañó el regalo. Ambos esperaban esta segunda oportunidad, pero no se atrevían a desafiarla.  Ambos querían una familia. Una bendición. Una buena experiencia. Ambos querían mejorar el primer intento. Y se lanzaron. Ella los lanzó. Su llegada los lanzó. Vino el anillo. El día. El listado. El menú. Ahí estábamos. Todos testigos. Todos orgullosos. Todos comprometidos con ese día de campo junto a la feliz pareja.


Y así se abrieron camino. Y vino este verano. Su primer verano en la playa. Como una familia. Completa. La playa, el sol, el mar, los amigos, el deporte. ¿Nademos?


Y él se fue a nadar a la balsa. Para ella, más fácil, para él cómodo. Al salir del agua -algo pálido-  se le acercó a la, hasta hace poco, flamante novia. Mi amor, con el agua helada se me cayó el anillo.


¿Qué? Ya negro, respondió ella, no me gustan esas bromas.
No, es en serio, no es broma.


El frío adelgazó el dedo y se resbaló. Intenté encontrarlo, pero no estaba. Ella se silenció. Y llena de pena, sintió que algo no andaba bien. Sintió que era un aviso. Un mal presagio. Pensó puras tonteras.


Y se fue caminando triste a la casa. Así pasó la última semana de vacaciones.
El verano ya se acaba para ellos. Y aunque la pena aun, la retenía, estaba consciente que no podía hacer una tormenta de algo que no tenía ningún significado real. Tenía que olvidar.


Y luego vino el día. El brillo. El milagro. Una niña. Nadar. Una meta. La balsa. A mitad de camino vio un brillo. Buceó a ver, con su delgado cuerpo atlético. Respiró profundo, y se acercó al fondo del océano a ver de qué se trataba el brillo. Un anillo. Un apellido dentro de él. Un conocido que los conocía.


Y la sonrisa de la novia, en este verano como nunca, constató algo que los mirones ya sabíamos. Ese matrimonio está destinado al brillo. Destinado a brillar no importa cuanto cansancio, cuanta humedad, cuanto frío o cuanto desgaste –en un nado- haya. Siempre habrá destino. Ayuda. Brillo. O lo que sea, que los encaminará por el paseo más simple. Es que se unieron dos personas…llenas de luz.


Y justo antes de terminar esta columna, me regalaron esa linda canción.
Bendita la luz.


Amanda en Verano

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?