La española fue la impensada figura de la noche, y dejó al público hecho un hervidero.
Ricardo Vásquez, El Mercurio
VIÑA DEL MAR.- Llegaba sólo como un espectáculo de bajo riesgo. De entrada solía ser mirado con recelo por algunos: Que sería como observar un viejo álbum fotográfico, un recuerdo lanzado al viento.
Y sí, algo de eso hubo, pero también mucho más. En su tercer paso por Viña, aunque el primero totalmente sola, Ana Torroja volvió a presentar fundamentalmente canciones de Mecano, aunque esta vez no apelando sólo al recuerdo y su infinito poder para atraer antorchas, sino a pequeñas nuevas lecturas, que en el conjunto se transforman en significativas.
Esta vez, y a diferencia de su anterior paso por Viña del Mar junto a Miguel Bosé, las canciones del célebre trío huelen a algo fresco, y no a mero facilismo. Una empolvada que mejora la cara de temas como "La fuerza del destino", "El 7 de septiembre", "Hijo de la Luna" y, sobre todo, de "Maquillaje", precisamente la más maquillada de todas, gracias a una sorprendente versión en estilo cabaret. Todo presentado en un espectáculo prolijo, con una banda que tiene cada movimiento perfectamente dominado.
Pero la sorpresa no vino sólo en el repertorio y el espectáculo de Torroja, sino también después. La española fue la encargada de despertar por primera vez en este año al monstruo, que con la adrenalina arriba tras su show pifió hasta los suspiros que luego emitieron los animadores y los competidores.
Se fue antorcha en mano, abruptamente, reducida por la organización a la calidad de agregado en el sandwich de Gustavo Cerati y Kudai, pero la española demostró que era mucho más. Y, sin quererlo, lo enrrostró por largo rato.