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Ricky Martin estrenó su nueva estampa y se llevó dos gaviotas

Como artista mundial volvió el cantante a Viña del Mar, después de once años, aunque provocando los mismos chillidos que cuando era una estrella juvenil.

26 de Febrero de 2007 | 23:52 | Sebastián Cerda, enviado especial a Viña del Mar



VIÑA DEL MAR.- No había nada que hacer. Desde la elocución de su nombre quedaba claro que la última jornada de Festival sería de Ricky Martin, que él sería el ganador. Pero lo de esta noche en Viña del Mar verdaderamente fue goleada.


La cosa no es tan difícil: Martin entró con el público en el bolsillo, podía hasta haberse quedado parado sobre el escenario y se habría llevado igual las gaviotas, antorchas y lo que sea que sus fieles le hayan querido regalar, porque en gran parte de ellas su presencia tiene una importancia igual o mayor a la de sus canciones.


Pero quedarse en eso sería reduccionista e injusto. Porque Martin desplegó un show con pasajes adrenalínicos, instantes de potente recarga visual y sonora, que evidencian su talla actual de artista mundial, lejos del último que se vio en este mismo escenario, en 1996, y del cuasi imberbe galán juvenil que se sentó en la sila del jurado, en 1993.


El cuerpo de su show actual (extraído de la gira de promoción de su disco Unplugged) se grafica también en la capacidad que tuvo para mantener las revoluciones en alto cantando una sesión desenchufada, en la que incluyó una versión madurada de su hit juvenil "Fuego contra fuego" (aunque hay que decir que ya se ve algo grande como para entonar un verso del estilo "no será que siempre ocurre a mi edad"), con tintes que otorgan otra cara a una canción que en su origen fue sólo la excusa para lanzar la carrera musical de otro chico guapo.


Sostenido en una numerosa banda, en la que las percusiones son la señal más patente de una nueva identidad, Ricky Martin interpretó éxitos como "Vuelve", "Livin' la vida loca" o "La copa de la vida", que fueron tan cantados por él como por la totalidad del público que, a fin de cuentas, hizo lo que él quiso. Brazos a un lado, al otro, chillidos por montones, coros, lo que sea.


Todo coronado con dos antorchas y dos insólitas gaviotas de plata (ya está bueno que el público asimile que la gaviota de oro no existe), único medio de representar lo generado por el puertorriqueño.


Es que, al final, Ricky Martin tiene más devotas que simples seguidoras, y cuando ése es el escenario, todo está asegurado de entrada. Lo bueno es dar un paso más, y Martin lo hizo.

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