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Patio trasero

12 de Marzo de 2007 | 15:34 | Amanda Kiran
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El Mercurio

Y me sacudí así. Recordando. El verano se fue. Cambiamos el horario y esa brisa me llevó a la infancia, al patio de atrás. Una forma de ir despidiendo recuerdos y a este verano 2007.

No era lo que ambicionaba, porque, por una razón lamentable, ni siquiera puedo pararme en aquel precioso lugar que quería tanto. Ya no nos pertenece. Desfilaron los años, se fueron las personas, y ese espacio no existe para mí. No es nuestro. Y por eso, ya no está. Lo que sí está, es mi realidad, y las cosas nuevas que por esa realidad voy conociendo.

Esta vez, fueron unos dibujos animados, muy simpaticones, que juegan en el patio trasero de su casa.  Juegan en su "backyard". Inventan historias, juegos y mundos paralelos en su espacio trasero del jardín.

Con un poco de eso, y aquella brisa, llegué volando al patio trasero de la casa de mis abuelos, en la playa. Casa construida de forma exclusiva, con piedras, piezas, cortinas, olores, diseños, paredes, escaleras, camarotes, ventanas y mucho más, especialmente creados y con un sentido propio. El cariño de la mano particular de mis abuelos.

Todo en esa casa vivía, y aún vive. Y cuando digo todo, es todo. La mesa del comedor, que aparecía mágicamente desde la pared. Los ventanales que apuntaban al mar. Las puertas que se abrían gracias a sus perfectas bisagras metálicas diseñadas en armonía, con los recovecos y vigas, armados en madera. Las cortinas, que iluminaban de manera única, un living-comedor eterno, de palo. La misteriosa chimenea que desapareció con el terremoto del '65. Imaginable y armoniosa. A veces pienso que mi abuelo sigue ahí dando vueltas
 
¿Y entonces cuándo me dejaba yo llevar por el llamado del patio trasero? Llegaba el momento, después del almuerzo. Mi exquisita madre se levantaba de la mesa con dirección fija a los ochocientos platos que esperaban por ser lavados. El resto de la casa, a descansar, para reponer energías y bajar luego a la playa.

Yo, siempre enemiga de las siestas y el descanso (y de lavar los platos) la acompañaba, en cuerpo, cerca de su cocina, jugando a ser de todo en mi patio trasero. Entremedio de eucaliptos gigantes, viento, olores únicos y frescos. Entre escalones de piedras, pastelones, cerros y el sonido del mar.

Fui princesa, reina del mundo, presidenta de Chile, cantante de rock, actriz, súper heroína, tenista profesional y goleadora de la Copa del Mundo. Fui premio Nobel de la Paz, escritora de un best seller, maratonista, nadadora, fotógrafa de reportajes en los Juegos Olímpicos, surfista en Hawai, guía de turismo en Egipto, asistente de la Nasa en un vuelo a la luna y detective privado en búsquedas frenéticas de mujeres extraviadas a las doce de la noche.

No fui aviadora, tampoco carabinero; no fui equitador y menos torero; no fui basurero, ni fui viejo pascuero, pero sí fui ayudante de santa. Fui madre de familia, campesina en el sur de Chile, fui salvadora del coyote para alcanzar al correcaminos... y lo alcanzamos.

Fui historiadora y entremedio ayudé a Manuel Rodríguez a esconderse y escapar. Por supuesto que fui Olivia Newton John en Grease y Julie Andrews en la Novicia Rebelde. Entré a la iglesia de novia, bestida de color marfil en una inmensa catedral, de la mano de Luke Skywalker.

En fin, mis vidas y sueños me llevaron lejanamente, mientras sentía muy remotamente el ruido de los platos. Cuando en la mitad de la jugada perfecta para hacer el gol, por la Copa del Mundo, de mi adorada disciplina, sentía a lo lejos como vitoreaban mi nombre: "¡Amanda! ¡Amanda! ¡Amanda!"

No quedaba nada, para que entrara al área y fuera la protagonista y estrella de la futura medalla de oro que colgaría en nuestros cuellos, después de ese golazo, en el ángulo…contra Argentina.

"¡Amanda!" En la mitad de la Copa del Mundo… ¿La voz de mi madre? Tan fuerte podía escucharse, entre las cientos de personas, un grito de mi viejita. Entonces el aterrizaje forzoso. Mi madre terminaba de lavar los platos. Y había que ayudar a secarlos. Lo más terrible.

Nunca logré meter ese golazo. Nunca en el patio de atrás. Solamente en la vida real.

Amanda Kiran
akiran@mercurio.cl

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