Las pruebas realizadas ayer viernes mostraban que el yodo radiactivo se elevó 1.250 veces más de lo normal.

Los operarios continúan esfuerzos para restablecer el sistema de refrigeración de los reactores, dañado por el devastador terremoto y el tsunami que el 11 de marzo asolaron el noreste de Japón.

Además, más de 240.000 personas siguen refugiadas en 1.900 centros de evacuación tras el desastre, que supone la peor crisis desde la II Guerra Mundial.

Algunas personas fallecieron a causa de mala atención médica por falta de electricidad y retrasos en la llegada de medicamentos.

Una de las preocupaciones radica en el hecho de que la refrigeración con agua marina de los depósitos de la central pueda provocar una incrustación de sal en las barras de combustible.

"Según los datos de que disponemos, pensamos que hay todavía una cierta capacidad de confinamiento, pero es muy posible que el reactor esté dañado", explicó un operador de la empresa Tokyo Electric Power.

La verdura "komatsuna", una variedad de espinaca, tenía una concentración de cesio radiactivo de 890 becquerel por kilo, frente al límite legal de 500.

El último balance provisional indicaba que la cifra llegaba a 27.000 entre fallecidos y desaparecidos.

Jessica Pierret y sus tres hermanos salieron de Tokyo con miedo y nostalgia. Sus padres debieron permanecer allá, por necesidad no pueden dejar sus trabajo.