Cuando vienen estos días, me pongo a pensar en cómo ser buenas madres y por sobre todo, que esperan nuestros hijos e hijas de nosotras.

Inmediatamente recuerdo aquellas tortas y pasteles que me hacía mi madre en casa y que jamás quedaban perfectas pero me permitían sentir cuanto me quería. Me pregunto hoy, que recordarán nuestros hijos cuando ya no estemos en esta vida. Seguramente no recordarán lo que les hemos comprado y todo lo que hemos hecho fuera de casa por ellos.

Claramente creo que nos falta volver a un mundo interior, quizás a nuestro útero, al centro de nuestra casa y de nuestros afectos. Eso tiene que ver con recuperar nuestra esencia y no por eso, dejar de ser líderes en el mundo público.

Ser madre, o la maternidad tiene que ver con el donarse, con el entregar calor desde lo que nos toque en la vida, con formar, con entender que no podemos ser amigos de nuestros hijos, que nuestro rol es otro, es formar personas.

Ojala esto sea acompañadas y bien acompañadas, pero si nos toca solas también podemos ejercer la maravilla de ser mujeres en plenitud dentro de lo que tenemos que vivir.

Me gustaría ver madres contentas, orgullosas de serlo, sin quejas, haciendo sentir a nuestros hijos que somos heroínas por todo lo que hacemos por ellos. Madres que no pasan facturas, que no cobran lo que entregan, que están apasionadas con sus sueños y con sus vidas, que han entendido que ser felices es una decisión y que tiene más que ver con un tema de actitud que de lo que objetivamente nos este pasando.

Madres que no juzgan los afectos de sus hijos, que pueden amar a la madre de mi ex, y con eso no me traicionan, madres que no intentan competir con sus hijas mujeres tratando de tener una edad que no tienen y intentando no querer envejecer.

No puedo dejar de mencionar a madres que ya no tienen a sus madres con ellas; aquí el tema es tenerlas dentro y sentirnos acompañadas internamente nosotras por los aprendizajes que nos dejaron mientras estaban.

También quiero dedicar un espacio a las madres de corazón, esas que no han parido del útero sino desde el alma, las que adoptaron después de un camino largo y pocas veces fácil. Un homenaje para ellas y la reivindicación de ese tipo de maternidad.

Un lugar para las que no tienen hijos pero tienen sobrinos y que por opción han decidido no tener hijos pero que desarrollan la maternidad ayudando a todos los que están a su lado. Ellas muchas veces son madres universales y dentro de esta categoría calzan las religiosas y tantas otras que hacen esta tarea desde el amor y no desde la biología.

La maternidad es un desafío constante, es un cable a tierra, desde donde uno se conecta con las cosas importantes, es simplemente una maravilla y lo mejor que le puede ocurrir a la esencia femenina.