Fernando
Montes, Jesuita
1.
¿Cuáles son las consecuencias o puntos positivos
del Concilio Vaticano II para la Iglesia Católica?
Hay
dos cosas muy importantes. Primero, la Iglesia se volvió
respetuosamente a servir a la sociedad, en lugar de quedar vuelta
hacia adentro, se comenzó a dialogar con la cultura contemporánea
tratando de servir donde hubiera mayor necesidad. Es una Iglesia
vuelta al servicio. En América Latina eso significó
una vuelta al servicio de los más pobres.
El
segundo gran avance fue en la línea de comprender que la
Iglesia es una comunidad de creyentes frente a un mundo extremadamente
individualista y a una autoridad que se ejerce excesivamente hacia
abajo, vertical.
La
Iglesia recalcó la vocación común, que formamos
un pueblo, una comunidad donde todos somos responsables.
En
resumen, una Iglesia que quiere servir y una Iglesia que es, ante
todo, una comunidad de creyentes.
2.
¿Cuáles son aquellos aspectos negativos o perjudiciales
para la Iglesia Católica, que provocó el Concilio
Vaticano II?
Ha
sido difícil implementarlo, es un cambio muy fuerte. En
algunos lugares el cambio encontró una comunidad, tal vez,
no bien preparada y produjo divisiones, escándalos, deserción
de sacerdotes y una cierta desorientación profunda.
Los
cambios culturales llevan mucho tiempo en realizarse. Cuando llega
un cambio muy fuerte es bastante normal que la gente quede desconcertada.
La Iglesia había preparado por muchos años el Concilio
y, sin embargo, había un desarrollo desigual, había
comunidades no preparadas para un cambio de esa naturaleza.
El
Concilio de Trento, por ejemplo, se demoró como 100 años
en llegar a dar todos sus frutos. En éste (Vaticano II)
estamos trabajando y no es una marcha unilineal, tiene retrocesos
y avances.
3.
¿Cómo se vive actualmente el Concilio Vaticano II?
¿Se aprecian hoy los cambios que se introdujeron?
El
Papa ha insistido que el Concilio debe ser una marca fuerte para
la manera de pensar la Pastoral. Creo que hay más instancias
de participación, más preocupación por los
problemas sociales, los derechos humanos.
Sin
embargo, todavía nos queda mucho por recorrer en las mismas
estructuras de la Iglesia, en la manera de enfrentar los problemas,
el diálogo pluralista. Tenemos la sensación de que
hay mucho por hacer todavía.
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