Las
damas
Lo escribió
hace un tiempo un crítico del The New York Times: "Una
intérprete como Juliette Gréco hace que Madonna parezca
una niña, no porque esté carente de lujuria, sino porque,
como la mayoría de los estadounidenses, cree que no es bueno
ser visto quejándose. Y esto es algo que los franceses sí
saben: no puedes hablar -o cantar- sobre el deseo sin quejarte, sin
revisar tus caídas, tus errores pasados, y sin notar que el tiempo
pasa y las hojas caen".
¿Se entiende? Las cantantes francesas no están para coquetear
ni prometer una vida tierna y solazada. Si hay que llorar, se llora.
Si hay que recrimnar, pues nada puede calmarlas. Desde Edith Piaf hasta
Vanessa Paradis, la canción francesa es despiadada cuando la
interpreta una voz femenina, y es precisamente ese carácter su
marca de valor inimitable.
Edith
Piaf (1915-1963)
-"el gorrión de París"- convoca todas las anécdotas
biográficas que pueden llevar al artista a ser visto como un
héroe. De orígenes muy pobres, pasó parte de su
infancia a cargo de las prostitutas de un burdel. Su único hijo
murió a los tres años de edad, y su vida adulta estuvo
cruzada por el exceso de alcohol y morfina, los accidentes automovilísticos
(sobrevivió a tres) y el desfile de innumerables amantes, uno
de los cuales, falleció en un accidente aéreo cuando viajaba
a visitarla.
Es esta
vida de privaciones y riesgos la que explica, en parte, la voz poderosa
de una mujer menuda, que hoy descansa en la tumba más visitada
del cementario parisino Père-Lachaise. Su vibrato característico
animó canciones casi siempre románticas, entre las cuales
"Mon légionnaire," "La vie en rose," "L'hymne
à l'amour," "Milord," y "Non, je ne regrette
rien" (No me arrepiento de nada) son las más importantes.
Su aporte no descansa en su capacidad autoral, sino en cómo convirtió
a composiciones por encargo en himnos a los que les dio vida propia,
re-creándolos con su voz única.
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France
Gall |
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Jane
Birkin |
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Patricia
Kaas |
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Mireille
Mathieu |
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Sylvie
Vartan |
El abanico de voces femeninas francesas es muy amplio y no necesariamente
tan sufrido como el caso de la Piaf. Durante los años 60, subió
a la fama un grupo de bellas jóvenes tan hábiles en el
canto como en la actuación, incluyendo entre ellas a la popular
Brigitte Bardot (1934) -cuya ignorada (en Chile) discografía
acumula alrededor de cinco muy recomendables álbumes de estudio-
y Juliette Gréco, la voz de ese París
bohemio e intelectual que bullía en los barrios de inmigrantes
y quien basó varios de sus éxitos en las letras de famosos
poetas y escritores (Raymond Queneau, Jacques Prévert, Boris
Vian). Según Jean-Paul Sartre, la voz de la Gréco "reúne
millones de poemas".
Más
ingenua, Françoise Hardy (1944) fue la voz para
los romances jóvenes, camuflando tras su apariencia frágil
un excepcional talento de autora. Además de su voz tierna, destaca
en su trabajo su interés creativo por el pop y el rock en inglés
(llegó a cubrir canciones de Leonard Cohen, por ejemplo, y hace
algunos años grabó con los ingleses de Blur), lo cual
ventiló su sonido con corrientes modernas y que hasta hoy suenan
muy frescas. La misma inquietud por el pop tuvo France Gall
(1947), una chica que combinó melodías pegajosas con letras
pícaras -hasta polémicas, en el caso de "Les sucettes"-,
responsabilidad de -quién otro- Serge Gainsbourg. Aunque nacida
en Inglaterra, cabe incluir en este grupo a la hermosa Jane
Birkin, la esposa de Serge Gainsbourg y compañera inolvidable
del genio francés, en ese encendido dúo de "Je t´aime
moi non plus". No es raro encontrar el apellido de Gainsbourg entre
los créditos de muchos de los discos de estas cantantes. Inspirado
por estas bellas musas, el francés compuso un sinfín de
canciones para sus voces, incluyendo algunas tan populares como "Harley
Davidson" (Brigitte Bardot) y "La Javanaise" (Juliette
Gréco).
Menos conocidas en Chile, las voces de Barbara (1930-1997)
y Patricia Kaas resultan de gran importancia dentro
del repertorio de canción francesa para oídos más
adultos. Aquí también debe ubicarse a Mireille
Mathieu (1946) -llamada, durante los años 70, "la
sucesora de Edith Piaf"- y Sylvie Vartan (1944),
esta última una búlgara que logró fama en Francia,
cantando en francés éxitos como "2'35 de Bonheur".
Aunque fue en los años 60 que el canto y la autoría femenina
tuvieron su principal exposición, la última década
ha mantenido en un lugar destacado a mujeres como la precoz Vanessa
Paradis -quien ha grabado varias canciones en inglés-
y Coralié Clement, una muy recomendable cantante joven quien,
en el disco Salle des pas perdues se apoya en las brillantes
composiciones de su hermano, el cada vez más comentado Benjamin
Biolay.
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