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El niño percibió su deseo y se lo ofreció, pero casi al tomarlo la mamá del niño lo tironeó y le llamó la atención por su actitud, el helado cayó al suelo. Juanito, triste y desconcertado se refugió sentándose en la pisadera trasera del bus.

A medida que lo edificios alcanzaban mayor altura supo que se aproximaba al centro, atinó a bajarse donde la mayoría de los pasajeros lo hizo y comenzó a caminar, lo hizo a través de una calle transformada en paseo peatonal y comenzó a limosnear, los peatones atiborrados de regalos y transpirando por el excesivo calor del verano que recién comenzaba lo esquivaban, incluso algunos lo insultaban y empujaban. Juanito no entendía el porqué de sus actitudes, él sólo pedía para comer.

Caminó algunas cuadras hasta que se aproximó a una plaza, después supo que era la Plaza de Armas, en cuyo centro había una hermosa pileta que lanzaba chorros de agua en forma intermitente, a esas alturas su cuerpo temblaba por la fiebre y el atribuía ese calor a la temperatura imperante, se acercó a la pileta y pensó ¡¡Si me lavo quizás la gente me mire en mejor forma y aprovecharé de refrescarme!! En eso estaba, cuando un guardia lo sorprende y tomándolo fuertemente de un brazo lo reprende duramente ¡¡Este no es lugar para lavarse, debes hacerlo en tu casa!! Lo que desconocía el guardia era que en su hogar ni siquiera había agua potable.

Comenzó a oscurecer y los árboles existentes en la Plaza de Armas comenzaron a iluminarse con hermosas guirnaldas de luces multicolores, en los postes se veían ángeles tocando trompetas, trineos y renos. En un sector de la plaza observó una multitud, se acercó para saber de que se trataba y como pudo caminó por entre la gente congregada y descubrió que era un viejito pascuero sentado en un trineo. Los niños uno por uno se acercaban a él con la intención de pedirle el regalo de Navidad, cuando llegó su turno el “viejito” lo hizo a un lado diciendo ¡¡Vete a molestar a otro lado!! Después pudo comprobar que los padres de los niños pagaban para que atendiera las demandas de sus hijos. Esto le pareció incomprensible.

De repente comenzó con una crisis de tos incontrolable y con mucho temor descubrió que de su boca salía sangre, pensó por un momento que el hambre como agujas hería su estómago y el calor que aún se percibía en el ambiente eran los causantes de su estado de salud. Pensó buscar un lugar donde pasar la noche, se sentía muy mal, y durmiendo podría remediar ésta situación. En una de las esquinas de la Plaza vio la Catedral y pudo descubrir que una de sus puertas estaba entreabierta, ingreso con mucho sigilo y en medio de la penumbra trató de buscar un lugar acogedor donde descansar. En un costado del altar, notó mucha paja derramada, se acostó y se sintió muy acogedor al cubrirse con ella. Afuera se escuchaba ¡¡Noche de Paz, Noche de Amor, todo duerme en derredor...!! Cerró sus ojos y se durmió, quizás soñando que mañana sería mejor.

Al otro día sacaron su cuerpo de niño pobre, inerte y frío para que en su lugar pudieran colocar al niño Dios en el pesebre.

Patricio González Allendes



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