En
1845 se inició su construcción, pero su origen data de
1664, cuando se ubicaba a los pies del cerro y era llamada Iglesia San
Francisco del puerto. Tras ser trasladada al Barón, se convirtió
en un convento franciscano. Víctor Pizoltty es actualmente su
guardián. Cuenta que desde entonces, la torre se transformó
en un verdadero faro para los navegantes quienes desde el mar pueden
apreciar a simple vista el campanario. “Ahí está
pancho”, decían, sintiendo que cada vez estaban
más cerca de arribar a Valparaíso.
Mercados y avenidas principales
La cercanía hacia el centro se evidencia en la mayor concentración
de vehículos, en especial del transporte público. Las
calles apretadas y estrechas parecen no poder contener la avalancha
de micros, taxis y trolleys que avanzan bordeando el
puerto y subiendo a los cerros.
Ahí,
por avenida Brasil se alza el Mercado El Cardonal.
Locales de frutas, verduras y mariscos atestan el primer piso, mientras
que en una segunda planta se establecieron marisquerías y restoranes.
“Doña Tatito”, “El Rincón de
Pancho” o “La Cabaña de Miguel” (que
rinde homenaje al querido Wanderers), son algunas de las "picadas"
para almorzar.
Pero
como buen puerto, Valparaíso tiene otro lugar para probar de
primera mano los productos que entrega el mar. El Mercado Puerto
se emplaza al sur de la Plaza Sotomayor, en las calles Blanco con San
Martín. Para llegar ahí hay que recorrer antes
algunas de las principales y más características avenidas
de la ciudad. Tomando,
por ejemplo, un trolley desde avenida Argentina (a los pies del cerro
Barón) es posible conocer la
avenida
Pedro Montt, con su gran movimiento y rodeada por tiendas comerciales.
Pasa
por el gran edificio del Congreso Nacional, la plaza O’Higgins,
con sus antigüedades los fines de semana, el parque Italia y la
plaza Victoria, en el centro mismo de Valparaíso.
Desde
ahí nace la calle Condell, donde se alzan los
más antiguos edificios de la ciudad. Ahí está la
Municipalidad y el Palacio Lyon. En la plaza
Aníbal Pinto pasa a llamarse Esmeralda y recorre el diario El
Mercurio de Valparaíso y los edificios de bancos. Cuando
se enfrenta a la torre del reloj Turri, toma el nombre de Prat,
donde se alza la Bolsa de Valores, el Palacio de Justicia y la Comandancia
Naval en plena plaza Sotomayor. Es un recorrido imperdible,
por calles estrechas, edificios antiquísimos y pasajes que conducen
a las escaleras de los cerros porteños.
Plaza Victoria
Es la principal plaza de Valparaíso. Árboles,
palmeras, esculturas y una fuente de agua conforman un paisaje que completan
las parejas de la mano, y los padres contemplando a sus hijos correr
y jugar con palomas y cochecitos a pedales que se arriendan. Por la
calle Edwards, a un costado de la plaza, se emplaza
la Iglesia Catedral de Valparaíso, construida
en la década del 30 en el terreno donado por Juana Ross de Edwards.
Museo
a cielo abierto y cerro Bellavista
En
la intersección de las calles Huito y Aldunate
comienza el ascenso hacia el Museo a cielo abierto,
llamado así por la serie de pinturas que distintos artistas pintaron
en los muros del cerro Bellavista. Inaugurado en 1992,
tiene alrededor de 20 obras que es posible apreciar tras subir por interminables
escaleras o por el ascensor Espíritu Santo. Gracia Barros,
María Martner, Roberto Matta y Nemesio Antúnez,
son algunos de los creadores que dejaron estampados sus visiones murales.
Pero además de pinturas hay también diseños con
piedras en el piso, como el que hizo Matilde Pérez.
Se repite en este cerro la espectacular vista panorámica sobre
la bahía porteña. Calles empinadas llevan a lugares reconocidos
como el restaurante Gato Tuerto, que además de tener acceso a
la Fundación Valaparaíso, cuenta con un salón de
té, un café con Internet y con venta de artesanía.
Más arriba, está una estatua de un Cristo que vigila desde
1904 el puerto.
Los
colores pasteles aparecen en las renovadas casas alegrando las subidas
y haciendo honor al nombre del cerro. Por todos lados es posible obtener
las mejores vistas del puerto.
La
Sebastiana
Cuesta
arriba por la calle Ferrari un grupo de niños juega una difícil
pichanga de fútbol. Un muchacho se ubica lejos del resto
con la misión estratégica de impedir que el balón
ruede cuesta abajo por la pendiente de la calle. Cuando la detiene le
cuesta otro tanto patearla con la fuerza necesaria para que llegue hasta
sus compañeros que lo esperan arriba.
Al
final de Ferrari, poco antes de juntarse con avenida Alemania, se ubica
La Sebastiana una de las casas del poeta Pablo Neruda.
Conchitas y vitrales dan la bienvenida en un amplio jardín. La
casa es como un loft, con cinco pisos, en todos los cuales el Premio
Nobel de Literatura tenía espectaculares miradas del puesto.
Fue
inaugurada por Neruda en 1961. Como sus otros hogares (En Santiago e
Isla Negra), La Sebastiana se caracteriza por sus adornos y colecciones,
cuadros con temática marítima, libros, un bar pequeño
y lleno de cachureos y un baño con la puerta calada.
Trolley
Hay
distintas alternativas para conocer el centro de Valparaíso.
Puede ser en automóvil o micro, aunque caminando también
es mejor, ya que hay muchas partes donde detenerse. Pero viajar en un
clásico trolley es una buena alternativa.
Carlos Hernández lleva 20 años manejando los buses eléctricos.
La máquina que conduce ahora es del año 66, pero está
como nueva. Dice que le costó muchísimo acostumbrarse
a su manejo, pero que con el tiempo aprendió que el bus puede
alcanzar una velocidad máxima de 60 kilómetros, pero que
en la mayoría de la ruta es mejor ir muy despacio. Además
sólo puede moverse tres metros hacia cada lado de la pista por
donde va el trazado de cables que le transmite la electricidad.
En Valparaíso existen 14 líneas de trolleys.
Hay unos más grandes que otros, pero son capaces de transportar
en promedio a unas 30 o 40 personas sentadas. Su valor también
es relativo, pero no supera los $200. Tienen distintos colores y hay
algunos que tienen pintados dibujos animados para hacerlos más
atractivos. Los trolley son queridos en el puerto. Incluso, cuando dejan
de utilizarse son traslados a un recinto conocido como el cementerio
de los trolley.
Cerro
Concepción
Hace 125 años, la casa donde hoy luce el café
Turri, en el cerro Concepción, pertenecía a extranjeros,
ingleses, alemanes y franceses. Hoy fue refaccionada, creándole
una terraza con hermosa vista al mar, pero mantiene la misma escalera
que lleva al segundo piso, explica su actual dueño, Raúl
Alcázar. Es un restaurante muy elegante, adornado por cuadros
relativos al mar, con una escalinata de mármol a la entrada y
un bar clásico y fino. Debe su nombre, según el hermano
del dueño, al conocido reloj Turri, aunque no está ligado
a él.
Saliendo de ese lugar, está el
paseo
Gervasoni, con adoquines y otra espectacular mirada, pero esta
vez hacia el cerro Concepción. Ahí se encuentra la Fundación
Renzo Pecchenino, más
conocido como Lukas, el desaparecido dibujante de historietas
de humor en diarios porteños y también de Santiago.
El
paseo Pastor Schmidt reúne casas de colores
y una gran vista al cerro Alegre. Y también
está el paseo mirador Atkinson desde donde se
accede al café Brighton y donde nacen las interminables
escaleras que llevan de vuelta cuesta abajo del cerro hasta la calle
Prat, el centro mismo de Valparaíso.
Plaza Sotomayor, monumento y esmeralda
En
la plaza Sotomayor confluyen las principales avenidas
de Valparaíso. Pero además, rodeada por edificios de la
Armada, se alza el Monumento a los Héroes de Iquique.
El escultor Dennos Pierre Puech construyó la estatua de Arturo
Prat, que está acompañada por otras figuras de marinos.
Fue inaugurado el 21 de mayo de 1886. Bajo el monumento de 19 metros
de altura, se encuentra la cripta donde están sepultados los
restos de Prat Carlos Condell e Ignacio Serrano, junto a otros marinos
que participaron en la gesta.
Ningún
turista puede irse de Valparaíso sin sacarse una fotografía
junto al inmenso monumento, aunque tampoco nadie debería dejar
de pasar la oportunidad de conocer la primera Esmeralda.
Cuando se construyó el estacionamiento subterráneo de
la plaza Sotomayor, varios porteños vieron como una de sus creencias
se hacía realidad. Luego de ser capturada a los españoles
por Lord Cochrane en 1820, el primer buque Esmeralda chileno encalló
en el puerto de Valparaíso. Por esos años la mar llegaba
hasta donde hoy se alza el edificio de la Comandancia de la
Primera Zona Naval. Sin embargo, con los años, se decidió
que el barco se rellenara con arena y se utilizara como base para construir
lo que sería el primer muelle porteño, el muelle
Esmeralda.
El
olvido hizo "desaparecer" el navío, quedando bajo la
plaza Sotomayor. Ahora, sus restos son dados a conocer en el Museo
In Situ, ubicado en el centro de la misma plaza y es motivo
de orgullo para los porteños.
Paseo
en lancha
Además de comer churros, ver artesanía
local y marearse con la interminable entrada y salida de camiones al
Terminal Pacífico Sur, el muelle Prat es visitado
por una gran cantidad de gente para apreciar de cerca los inmensos barcos
pesqueros y de transporte de las exportaciones chilenas a Estados Unidos,
Europa y Asia.
Pero para quien quiera ver más de cerca los navíos e incluso
recibir el saludo de los marinos de las fragatas de guerra, entonces
resulta imprescindible un paseo en lancha por la bahía.
Cargadas de animados "turistas", los botes a motor partes
realizando un recorrido interesante, ya que además de mostrar
a los gigantes navíos, permite tener una nueva visión
de Valparaíso. Si desde los cerros se tienen vistas hermosas
de la costa, desde una lancha se obtiene una espectacular panorámica
de los cerros porteños.
La zona del Molo de Abrigo, una enorme construcción
de concreto de 2200 metros de largo
y
más de 30 de profundidad, le da a la costa, desde 1917, la tranquilidad
necesaria para que los buques se acerquen a la costa. Minimizando el
bravo oleaje de alta mar.
Están también los buques de guerra de la Armada donde
trabajan los marinos. Resalta la fragata Williams,
de origen inglés que llegó hace algunas semanas a integrarse
a la escuadra nacional. Pero el barco que más llama la atención
es el buque Esmeralda, que tras retornar de sus viajes
de instrucción se detiene en el puerto de Valparaíso.
Playa
y caleta El Membrillo
Imposible no pasar por la Caleta El Membrillo.
Nada mejor que disfrutar de un buen pescado en este restaurante a la
orilla del mar. Además de la ambientación marítima
que todo lugar porteño tiene, esta caleta goza del infaltable
acompañamiento musical durante el almuerzo.
Mario Solar canta diariamente el tema oficial de Valparaíso,
"La Joya del Pacífico", así como otros valses
porteños junto a su grupo Dilema. Lleva 25 años recorriendo
distintos lugares con su música ya que, dice, es una tradición
para acompañar el almuerzo.
Ascensor
Artillería y paseo 21 de mayo
Nada
mejor para terminar el recorrido, que quedarse con otra bella panorámica
del puerto. Desde la plaza Wheelwright, donde está la
Aduana, se accede al ascensor Artillería.
Fue construido en 1892 y recorre unos 170 metros. Es, además,
uno de los más utilizados por los porteños. ¿La
razón? Arriba está el paseo 21 de mayo,
uno de los más hermosos de Valparaíso. Desde ese punto
se observa casi de perfil la costa y las faldas de los cerros. Hay,
como en casi todas partes, ferias artesanales, frente al Museo Naval.
Texto y fotos: Felipe Gálvez
T.
El Mercurio en Internet