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“A mi hijo… como que le di un poco la espalda”

17 de Junio de 2005 | 11:05 |
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Pilar Gazmuri estudió en el Villa María y su madre casi se murió de la impresión cuando anunció que quería entrar a la universidad, “ella quería que yo criara niños y bordara punto cruz”. Con la determinación que la caracteriza, después de revalidar sus exámenes en el Instituto Nacional, dio el bachillerato y decidió entrar al Pedagógico. Sus padres creyeron morirse y no la autorizaron, pero como habían sido vecinos y amigos de Salvador Allende toda la vida, Pilar recurrió a él para que la matriculara. Él, ya Presidente, llamó al rector y durante un año asistió a las clases de Física.

Al año siguiente entró a medicina en la Universidad de Chile, se especializó en radiología, como ella dice, por accidente. Se había separado y necesitaba trabajar rápidamente en algo; tenía casi 30 años y quería ser psiquiatra, pero optó por los rayos. Empezó a hacer la beca y no le gustó, “la radiología es tremendamente fría, no ves nunca un paciente, sólo imágenes”. Sin embargo, decidió continuar, siempre pensando en buscar un camino diferente, relacionado con el tema de la mujer; como su abuela había sufrido de cáncer de mama, empezó a estudiar el tema.

Se enfrentó a la oposición más acérrima de sus colegas, incluso los del Hospital Militar, donde trabajaba. "Ser mujer y, además introducir una tecnología nueva en un país bien machista como éste fue difícil. Cuando quise dedicarme a desarrollar esta técnica me cerraron las puertas en todas partes. Me decían que podía producir cáncer”, cuenta.

Descubrió que la mamografía ya se hacía en Argentina y Uruguay y le escribió al pionero de este examen en el mundo, el profesor Raúl Leborgne. A los dos meses le contestó invitándola a especializarse en su centro. El director del Hospital Militar no la autorizó a viajar, así que tuvo que tomar permiso sin goce de sueldo.

Ya se había vuelto a casar con el también médico Julio Rodríguez, quien se hizo cargo del único hijo de ella, mientras estudiaba en el extranjero. “Todo se lo debo a Leborgne. De partida me enseñó que nunca debía entregar una mamografía sin haber examinado personalmente a la paciente. Eso me trajo muchos problemas en Chile, porque no se acostumbra que el radiólogo examine a las personas; para los médicos somos sólo lectores de imágenes. Incluso tengo cartas de colegas que me llamaban al orden por mis ocurrencias y que me amenazaban con no volver a mandarme pacientes, a pesar de que yo era la única que tenía mamógrafo en Chile”, recuerda.

-¿Igual seguiste examinando?
“Me gustó examinar, el contacto con la paciente, que pudiera preguntarme; creo que uno hace una labor como de psicólogo también. Quiero que, si todo salió bien, se vaya contenta y, si algo salió mal, decírselo de la mejor manera, darme el tiempo para estar con ella. No voy a cambiar mi manera de trabajar; además que los médicos ya se acostumbraron y los que confían en mí me mandan a sus pacientes”.

Ya de vuelta, en 1978, se propuso demostrar que no estaba equivocada, que debía haber un mamógrafo en Chile e intentó probarlo científicamente. En la institución castrense le rechazaron el proyecto y le prohibieron investigar en horario laboral.

Entonces, después del turno y junto a una tecnóloga médica, inventó su propio mamógrafo a partir de una máquina dada de baja en neurología. "Los conos que servían para tomar los huesos auditivos los adaptamos para abarcar los pechos, y con un globo de fiesta comprimíamos la mama a medida que se inflaba. Era un método prehistórico. Como no teníamos pacientes, buscábamos voluntarias entre el personal, cualquiera que aceptara someterse al examen. Todo el hospital se reía; decían ahí va madame Curie", recuerda.

Pero las cosas estaban a su favor. Al mes detectó un cáncer no palpable que ningún cirujano quiso operar. "Me trataron de loca. Al final, un becado de urología me ayudó y confirmé la existencia del tumor. Esa paciente era la madre de un funcionario muy importante en el gobierno militar y se salvó. Con ese resultado me fui donde el director, no me escuchó; tampoco Sanidad Militar. En el intertanto, pedí un crédito, como a mil años, para comprarme mi propio equipo y abrí mi consulta particular, que no tenía, en mi propia casa. Como era la única, todos me entrevistaban y tuve un alto número de pacientes, con lo que pude pagar la máquina”.

Al mismo tiempo le escribió miles de cartas a Lucía Hiriart, hasta que la recibió para retarla por saltarse el conducto regular. “Le dije que lo había hecho, pero que nadie me escuchaba y que le pedía que comprara un mamógrafo para el Hospital Militar. Después de unos años me escuchó y así se creó el primer centro de la mama en Chile e hicimos mucha docencia”.

Pilar Gazmuri siguió viajando a cuanto congreso se hacía en el mundo para traer los últimos avances. Primero, fue el ultrasonido, en 1982: “Tuve que hacerlo durante tres años gratis, porque los médicos no aceptaban que yo cobrara por la ecografía, pues ellos habían pedido sólo mamografía, decían”.

Años después, en 1997, introdujo en el país la mesa de biopsia Estereotáxica Digital con Sistema Mammotome, es decir, la biopsia microinvasiva. “Me tocaba hacerme una tercera operación de tumores mamarios y llamé a una amiga en Estados Unidos que me dijo si estaba loca, que tenía que hacerme sólo una estereotaxia. Me la hice allá y me la traje, costara lo que costara. Había jubilado del hospital y me costó la pelea con los cirujanos, que decían que los estaba dejando sin comida”.

Pero eso tampoco la paró: “He vivido en carne propia este mal y sé lo agradable que es poder bañarse en el mar apenas hecha la estereotaxia, ya me tuve que hacer la segunda”, prosigue.

El año 2001 trajo el más caro de sus equipos, el mamógrafo digital que sólo su centro privado tiene. “Ya no voy a pelear más, dicen que no sirve, que es muy caro… la diferencia entre una tradicional y ésta salta a la vista. Es más cara, pero vale la pena”.

-¿Qué costos ha tenido ser mujer?
“La formación que me dio Leborgne fue muy sólida. Además, el hecho de que sepas que puedes salvarle la vida a una persona con un diagnóstico precoz, te hace luchar por cualquier cosa. No me arrepiento”.

-¿Y el precio para la familia?
“Con mi marido no tanto, porque él es médico y era jefe de Medicina en el hospital y también tenía mucho que estudiar. Pero con mi hijo, sí, porque el hecho de que me haya dedicado tanto, como que le di un poco la espalda. He sido más médico que mujer. He dedicado mi vida a esto. El llegaba y me encontraba estudiando. Todos los días eran iguales. La relación madre-hijo fue más débil de lo que hubiese querido. Eso que dicen que calidad es mejor que cantidad no es muy cierto”.

Reconoce en su segundo marido su cable a tierra y su principal impulsor. Lo conoció en sus años de estudiante, pero "lo volví a encontrar en el Hospital Militar. Estaba separado y tenía tres hijos. Empezamos a salir y me enamoré. Se convirtió en la persona clave en mi vida. Es el único que me apoyó incondicionalmente, siempre, en todos mis proyectos. A veces creo que me considera como su obra. Tuve mucha suerte, siempre me ha apoyado”.

-¿Tu mamá se reencontró alguna vez contigo y tu carrera?
“Pero tarde, muy tarde; ni siquiera cuando me compré el primer mamógrafo. Muchos años después, como que se dijo ¡Pucha, mi hija ha hecho algo!. Me acostumbré a hacer todo sólo con el apoyo de mi marido”.

-¿Tienes nietos?
“Sí, pero casi no los veo, porque mi hijo dejó la carrera y se fue a vivir a la playa; hace surf y tiene unas cabañas que arrienda. Así que no se nos dan las ocasiones para vernos”.

-¿Cuáles son tus planes para el futuro?
“Me gustaría dejar esto, pero siempre que encontrara a alguien que viera las cosas como yo, porque la gente joven está muy metalizada. Si alguien se quisiera hacer cargo del centro y aprender lo que sé, yo le enseñaría feliz. No quiero venderlo tampoco, quiero entregárselo a alguien a quien le importen de verdad los pacientes. Quiero encontrar a alguien que lo maneje como yo; si lo quieren para ganar plata, no lo vendo.
“A lo mejor nadie sabe tampoco que tengo esta intención y no quiero hacerla pública, porque sabes cómo es la gente en este país, van a decir que estoy con cáncer y que, como estoy más gorda, estoy hinchada con la cortisona”.
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