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Maternidad, una historia de ‘aperramiento’

09 de Agosto de 2006 | 17:45 |
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A los 39 años se ve entusiasmada y realizada. Tiene todas las pilas puestas en el tremendo desafío que implica ayudar a las que tienen carencias de todo tipo y su propia historia personal, de dificultades y éxitos, la hacen entregarse con más ganas.

Casada hace diez años, tienes tres hijos de las más diversas edades. El primero, de su primer matrimonio, tiene 21, es estudiante de ingeniería y se encuentra hoy de intercambio en Francia –por lo que lo echa de menos- y luego lo siguen un niño de 8 años y otra de 4 años.

“Fui madre adolescente, como se llama. Estaba en tercero medio cuando quede esperando a mi primer hijo, tenía 17 años”, cuenta.

-¿Implicó un cambio muy grande en tu vida?
“Total, total, me casé con el padre de mi hijo y también me separé muy rápido”.

-¿Casada por las circunstancias?
“Sí, pero yo no me arrepiento de nada. Creo que casarme en ese minuto fue lo mejor que pude haber hecho; estaba en 3° medio y en esa época no existía la ley de protección a las estudiantes embarazadas y, si bien era buena alumna y dirigente político, me fui del colegio y di exámenes libres”.

Manuela explica que cuando quedó embarazada el colegio le ofreció tener su guagua y volver luego, lo que significaba retrasarse un año, pero como ella no quería eso y contó con el apoyo de sus padres, estudió particularmente y dio exámenes libres en un liceo. “Pero me gradúe con mi curso e hice el preuniversitario con ellos, o sea, no me atrasé”, dice.

Después de dar la PAA, entró a estudiar filosofía en Valparaíso, porque el entonces marido, también ex alumno de La Girouette, se fue a cursar ingeniería en la Universidad Santa María del puerto.

-Él no tuvo los problemas que tuviste tú.
“No…(saca una carcajada), pero enfrentamos juntos todo el embarazo; éramos un par de cabros chicos. Bueno, duramos un año y estaba de vuelta en Santiago”.

-Ser madre adolescente es un tema y lo era mucho más antes que hoy día, ¿Crees que sigue teniendo los mismos efectos en un joven?
“Sí, aunque ahora sigues estudiando, los proyectos de vida se limitan mucho y eso era antes y hoy. Por eso, esto se tiene que abordar como sociedad. Te cambia la vida.
“Yo no podría generalizar a partir de mi experiencia, porque vengo de un mundo en el cual se me dio apoyo; mi realidad educacional y socioeconómica es muy distinta a la de las madres adolescentes que viven en poblaciones, pero sin duda te cambia la vida. De hecho, yo tuve muchos proyectos que postergar, el desarrollo normal de una adolescente era irse a mochilear, entrar a la universidad, hacer post grados y yo tuve que aplazarlo”.

-El castigo social se da en todos los estratos, pero, al parecer hoy, es mucho más alto en los más bajos. ¿Ha habido cambios?
“Ha habido cambios en eso; cuando te digo que me casé en ese tiempo, por suerte y no me arrepiento, era porque entonces ser madre adolescente y no estar casada significaba tener hijos ilegítimos. Imagínate la carga que había en ese tiempo. Hoy hay leyes que hacen que eso no pase”.

-Además, ¿ha habido un cambio cultural que permita a la madre no tener que casarse?
“Sí, estos temas son complejos y en la medida que se habla de ellos, que la sociedad los aborda, hace que hoy día sea mal visto discriminar. Antes no era tema, se escondía. Hoy la carga es distinta, pero creo que hoy, cualquier mujer que vive esa situación, igual lo pasa mal”.

-¿Hoy tienen más opciones?
“Sí, las tienen, pero siguen siendo niños”.

-¿Crees que este cambio cultural se ha dado en los estratos más bajos? A partir de lo que ves en el Prodemu.
“Diría que el castigo social sigue estando, siguen siendo expulsadas de la casa. Pueden seguir en el colegio, pero no les da apoyo la familia. Hay un trasfondo cultural de que hay ciertas cosas que no se tienen que hacer y eso se sanciona. Además se suma que las condiciones de precarización de las familias se agravaban; si no las echan de la casa, se convierten en allegadas”.

-¿Cómo han sido tus maternidades?
“Muy distintas y muy lindas. Cuando quedé esperando al de 8, mi hijo grande me dijo mamá, mi hermano no va a tener la misma suerte que yo, va a tener una mamá vieja. Era exquisito y yo no me siento vieja (se ríe)”.

-¿Tu segunda maternidad fue más aliviada?
“Lo he pasado chancho, pero lo pase muy bien también con el primero”.

-¿A pesar de lo difícil de la situación?
“Sí, fue difícil, pero yo no me imagino mi vida sin el enano. Disfrute las dos maternidades de manera distinta, porque sientes que ante cualquier cosa que te pase en la vida, serás capaz de pararte en tus patas y salir adelante. Eso fue algo que yo sentí a la 17 años y eso te da una fortaleza y una alegría para enfrentar la vida, enorme”.

Manuela se separó a los 20 años y en vez de volver a vivir a la casa de sus padres, se fue con su hijo a un departamento. “Aperré, con una fuerza y una alegría que me la dio la maternidad. Tuvo cosas difíciles, pero tenía pilas y entusiasmo. Con los segundos ha sido mucho más aliviado, qué rico, lo gozo, además he tenido papá presente y uno comparte. No te puedo decir si fui en una más feliz que la otra, son totalmente distintas”.

Explica que cuando tuvo al mayor fue mamá de dedicación exclusiva para él, en cambio, los dos más chicos la han compartido con el papá y otros hermanos. “La calidad de vida de ellos ha sido distinta”.

-¿Cómo han sido las culpas de madre?
“En eso, las mismas culpas que tuve con el primero las tengo con los otros. He trabajado siempre y me encanta. A la más chica la tuve siendo jefa de gabinete, trabajo mucho, he corrido toda la vida”.

-¿No se alivian?
“No, las culpas no se alivian. El mayor me tranquiliza a mí, me dice mamá, para que te preocupaí, si yo fui siempre feliz y tú siempre trabajaste y no estabas. Hoy viajo y me siento igual de culpable”.

Pese a lo recargada de su agenda, Manuela Saavedra se ha dado tiempo para poder seguir con la práctica de terapia corporal.

-¿Qué es eso, suena medio esotérico?
“No, trabajo con una bióloga. Siempre he hecho cursos de especialización, pero hace 8 años empecé a trabajar esto, pero para mí y ahora estoy en clases”.

-¿Es cómo la yoga?
“Parecido. Se llama ‘terapia de integración corporal cognitivo’ y apunta a que uno es lenguaje, emociones y cuerpo y se trabaja la musculatura con ejercicios, no esoteria, para vincularse con distintos estados de ánimo de uno y se integra en el lenguaje”.

-¿Le puedes dedicar tiempo?
“Le dedico tiempo todos los días de la vida, hago mis ejercicios. El curso lo hago una vez a la semana y los fines de semana que se necesita. Estudio y me entreno, voy de alumna y NN, lo que es fantástico. No sabes el lujito que me estoy dando”.


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