SANTIAGO.- Algunos insolados, mucho polvo y unos sudados Juvenal Olmos y Elías Figueroa fueron las consecuencias visibles del paso de Ronaldo por el estadio Municipal de La Florida, donde en compañía de Santiago Solari y Emilio Butragueño saludaron a la escuela de fútbol y básquetbol creada por la Fundación Real Madrid con sede en Santiago.
Todo iba muy bien. Casi dos mil personas se habían apostado en el recinto de calle Enrique Olivares antes de las 11.30, es decir, una horas antes del previsto arribo del "galáctico".
Había monitores y muchos niños jugando fútbol. Varios con condiciones, otros para hacer número, pero los más de 300 menores daban espectáculo a orgullosas mamás separadas de sus retoños por meido de las barreras papales. "Hace un gol para tomarte una foto", decían.
Hasta que aparecieron las estrellas. "¿Quién es?", preguntaban las señoras. "Leonel Herrera, el que hizo un gol en la final de la Libertadores, por Colo Colo", respondió algún fanático. El delantero retirado aprovechaba de refrescar la memoria en cada autógrafo. "Leonel Herrera, Colo Colo '91" escribía en cada trocito de papel que llegaba a su pluma. Y eso que además jugó en Palestino, Audax y Antofagasta.
La humildad de los grandes
Pero todo se detuvo con la llegada de... Roberto Rojas. El "Cóndor", maldecido por más de algún chileno tras aquella fatídica confesión de 1989. El mismo ahora estuvo más de veinte minutos firmando autógrafos y posando para los lentes de los hinchas. "Vuelve a Colo Colo", le dijo un forofo, y sólo se sonrió.
Pero no se hagan ilusiones. "No soy opción. Todavía no. Voy a continuar trabajando con los arqueros en Sao Paulo y tenemos que conversar tranquilamente para desarrollar un buen trabajo. Y yo no he conversado con nadie", explicó.
Eran cerca de las 12.30 y los niños seguían jugando bajo el sol. Uno de ellos sangraba copiosamente de su nariz, quizás producto del calor que arreciaba en ese momento. No había que parar, porque en cualquier momento llegaba la gente de Real Madrid.
No llegó nadie y de no ser por la voluntad y humildad de Elías Figueroa, la celebración literalmente se derretía: "No sé si seré el mejor de Chile, pero hay que ver los curriculum. No cualquiera es mejor defensa del mundo, jugó tres mundiales, fue campeón en tres países y fue tres veces el mejor jugador de América. El que pase eso indudablemente será el mejor. Pero no sé si seré yo".
Más tarde, Don Elías habló de su propia despedida: "Quizás no fue tan espectacular en términos mediáticos. Traje los mejores jugadores, Rivelino Holzemann, Jairzinho; pero Iván también se lo merece". Pero mucha palabra y autógrafo molestó a la organización. Las tres o cuatro mujeres encargadas comenzaron a gritar por sus equipos portátiles que tal persona se baje de la reja, que tal niño siga jugando, que tal otro se siente en la silla, que la prensa no se mueva...
Pero por sobre todo, que los niños siguieran jugando. "Sigan jugando hasta que se pueda" se advirtió por los parlantes a los trescientos acalorados futbolistas. Ya iban más de dos horas bajo la inclemente canícula.
¡¡Llegó Ronaldo!!
Hasta que apareció el más esperado. Ronaldo Nazario da Lima. "Estoy muy bien" le dijo a un periodista que casi le ensartó el micrófono entre su abundante dentadura. "Cansado pero aquí estoy visitando una escuela de la fundación y para participar en el partido de Zamorano. Yo empecé así y ojalá que sea así para los muchachos".
Bien el brasileño. Pese a los esfuerzos de la organización, el "galáctico" entró en contacto con la gente. Lo abrazaron, a veces le pegaron y contestó a los medios. Ídolo. Y además fue la excusa correcta para dejar de jugar a la pelota. Por primera vez después de las 11.15 de la mañana.
Porque detrás de él no había llegado el mentado Raúl. Se trataba del suplente argentino Santiago Solari, desconocido para los chicos. Y los despreció. No firmó camisetas, no miró a nadie y casi ni habló. "Uno tiene que ser una persona con educación y cultura", escupió en el momento de las preguntas. Y más encima, el chico que le hizo la consulta le dijo "Solario".
Cerrando los pasajeros de la comitiva de Ronaldo, el alcalde Pablo Zalaquett y Emilio Butragueño.
Tras un largo discurso del edil ("en la vida el que recibe tiene que responder y espero que ustedes lo hagan de la mejor forma"), el agradecimiento. "Gracias señor alcalde por sus palabras" replicó el orador. Junto con algunos aplausos y otras tantas pifias.
Las interrogantes de los niños
Leídas, pero bien leídas: "Hola mi nombre es Giancarlo y quiero hacerle una pregunta a Ronaldo. Cuando niño, ¿pensaste que serías jugador de fútbol profesional?".
-"Hola buenas tardes" (diez segundos de aplausos) "bueno siempre quise ser futbolista... desde que estuve en escuelas de fútbol como esta y les deseo suerte, que se dediquen al fútbol y la educación para obnetener éxitos".
"Mi nombre es Daniela, del básquetbol femenino y quiero preguntarle a Emilio Butragueño: ¿Te hubiera gustado jugar en el Real Madrid del 2004?".
-"Hombre, la verdad es que mi equipo era muy bueno (Ronaldo ríe). Qué duda cabe que el de hoy es de los mejores en la historia del Real. A lo mejor esta noche juego con ellos y tendré la opción de conocerlo (Zalaquett ríe)".
Más tarde, cuatro afortunados recibieron un diploma de manos de Ronaldo. John Rivera, Josué Castro, Kevin Pérez y Pablo González. Luego el delantero entregó una camiseta suya autografiada. "Para niño que se destaque y lo haga mejor", dijeron. Pero pocos lo creyeron.
"Fue una emoción muy grande conocerlo en persona. Es uno de los momentos de mi vida, porque conocí a los mejores jugadores del mundo. Para ser como ellos tengo que mejorar el estudio y todas las cosas en general. Mi mamá se puso a llorar y le mando un saludo a mi barrio ahí en Los Navíos" (Josué Castro).
Y volvieron los golpes, agarrones, cortitos, gritos, manotazos. Todos con especial dedicatoria a la prensa y a más de un niño. Ronaldo zafó apenas de impactar el espejo de la Van que lo transportaba, entró en el vehículo y abandonó el recinto. A Solari nadie lo pescó.
Y como en todo, después de una pelea viene la reconciliación. Y aprovecharon Juvenal Olmos y Elías Figueroa, absolutamente desarmados por el ataque de unas calcetineras Sub 50. Media hora de autógrafos y más de algún beso cuneteado (en la comisura del labio) bastó para que quedaran liberados finalmente. No sin antes aclarar su presencia diciendo que "Iván siempre ha apoyado la selección y es parte de nuestro fútbol".