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La silenciosa lucha contra la depresión de la última chilena clasificada a los JJ.OO.: "Mis demonios me decían deja todo"

Fernanda Aguirre, medallista panamericana y campeona nacional de taekwondo, habla sobre lo sofocante que puede ser la vida de un deportista de élite.

18 de Julio de 2020 | 12:02 | Redactado por Felipe Santibáñez, Emol
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En el último Panamericano.

El Mercurio
Fernanda Aguirre recuerda que la comían los nervios esperando que llegase uno de los momentos cúlmines de su joven vida. En pocos minutos, la taekwondista iba a estar combatiendo por un cupo a los Juegos Olímpicos contra la panameña Carolina Cartens. Contó hasta diez, respiró hondo y trató de recordar los ejercicios de meditación. Su rival se paseaba con tranco errático a su alrededor.

Fue una lucha trepidante y de final dramático, pero la chilena de 22 años logró salir con la victoria en Costa Rica. Era el sueño que tenía desde niña, cuando alucinaba viendo películas de Jackie Chan en la tele junto a su papá. Para entender la magnitud del logro, hay que decir que en toda la historia solo cuatro representantes del taekwondo han ido a unos JJ.OO. y Fernanda Aguirre será la segunda mujer. Lloró, no encontraba y no encuentra las palabras. Sin embargo, antes de conseguir el mayor logro de su carrera la pasó mal con una depresión.

"Siento que el alto rendimiento no es para cualquiera, es una vida de locos. Tengo que luchar con mis demonios interiores que me decían deja todo y sé una persona normal. Es algo que me pregunto seguido, sobre todo en días en que no quiero nada con la vida", le cuenta a Emol.

Fernanda Aguirre empezó a practicar a los ocho años en un taller del colegio. Se destacó rápido y le decían que tenía todas las condiciones para brillar. Alta, delgada, ágil. Ganó campeonatos nacionales, internacionales y el año pasado obtuvo medalla de bronce en los Panamericanos de Lima. Es la gran figura del taekwondo nacional y con una proyección difícil de medir aún.

Visto desde afuera, parece un ascenso rápido, pero ella tiene otra escala de tiempo. En su momento la rutina se le hizo muy pesada. Se levantaba temprano, entrenaba cuatro horas, almorzaba, iba al kinesiólogo, más entrenamiento, la universidad y recién a las once de la noche llegaba al hotel del Centro de Alto Rendimiento. Así eran todos los días.

Tuvo que acostumbrarse a vivir con el dolor de los golpes y con lesiones serias. El año pasado le "jodieron un nervio" con una patada en la cadera. Estuvo semanas sin caminar. Tampoco podía reírse.

"Tengo que luchar con mis demonios interiores que me decían 'deja todo' y sé una persona normal. Es algo que me pregunto seguido, sobre todo en días en que no quiero nada con la vida"

Fernanda Aguirre

"La rutina es terrible, muy agitada. Yo creo que a las mujeres nos pasa más, somos mucho más hormonales. Yo por ejemplo en momentos exploto y digo no quiero más esto. Es alto rendimiento, siempre nos están pidiendo el 100% o el 150% y estar a ese nivel todo los días es agotador. Yo además soy de Viña y entreno en Santiago. He perdido amistades y tengo que luchar con la nostalgia de estar lejos de mi familia", comenta.

Se acercaba la fecha para ir al Preolímpico. Salió de gira y estuvo varios meses sin ver a sus cercanos. Sentía mucha presión del entorno. A veces ella dice que se "ahoga en un vaso con agua", pero en esa ocasión sentía algo más. En 20 minutos podía tirar por la borda todo el trabajo y los sacrificios hechos.

"Son cuatro años esperando esto, toda la vida. ¿Qué pasa si no lo logras? Todo eso te produce inseguridad y eso hace que una se trastorne un poco. Logré salir gracias a la ayuda de los demás. Yo tengo dos psicólogos. La deportiva y uno más personal, que es como un amigo. También le agradezco al cuerpo técnico, a mi familia que sabe enrielarme y aguanta todas mis caídas. Lo que tiene la mayoría de las deportistas es que sabemos levantarnos de las caídas y los tropiezos, somos bien fuertes en eso", afirma.

Hoy puede presumir de ser la última chilena en sacar su pasaje a Tokio, pero ya tiene otros objetivos y busca auspiciadores que la apoyen. Durante la pandemia, ha aprovechado de tomar varios ramos en la Universidad de Viña del Mar donde estudia para ser entrenadora deportiva. Por sus viajes, ha reprobado en más de una ocasión por inasistencia. Cuenta que a veces le da "lata" ver a sus compañeros titulados, pero trata de no darle vueltas y aclara que ella escogió otra vida. Pese a lo difícil que pueda ser, no se arrepiente. Es exitosa y feliz con lo que hace.
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