BEIJING.- Poco se parece la economía china actual, capaz de mandar naves al espacio o construir trenes de alta velocidad, a la de Mao Zedong, con sus granjas colectivas y su industria pesada, aunque algo sobrevive con los años: los planes quinquenales, una herencia del pasado que Beijing se resiste a abolir.
China, en el que sólo un 25% de su industria es aún pública y que desde su entrada en la Organización Mundial del Comercio en 2001 parece consagrada a las leyes del mercado pese al persistente proteccionismo, sigue fiel a la planificación por lustros que Moscú inculcó a Beijing hace más de 60 años.
"Es un modelo económico que entró en China desde la Unión Soviética y que no ha cambiado demasiado", explica el experto Meng Yuanxin, del centro de estudios Nuevo Continente.
Para algunos, en todo caso, el plan quinquenal tiene en la China del siglo XXI la misma finalidad que el dominante rojo de la bandera nacional, el retrato de Mao en Tiananmen o los cantos de la Internacional en las reuniones políticas chinas: pura estética.
Una mera decoración para hacer creer a los miembros de base del gobernante Partido Comunista (PCCh) que China sigue siendo un país fiel a las ideas de Marx o Lenin, cuando económicamente dista ya mucho de ello. "Muchos expertos dentro del sistema piensan que el plan quinquenal se ha convertido en algo sin sentido", subraya Meng.
Sea como sea, los máximos líderes del PCCh iniciaron este lunes las reuniones para diseñar el que será el XIII plan quinquenal, para el lustro 2016-20, en el que el gran reto será continuar cambiando el modelo económico nacional frente al creciente pánico de Occidente a la ralentización que ello supondrá.
"El plan sigue teniendo mucha importancia en China y es determinante en la gestión de su economía por la transcendencia de sus objetivos y las implicaciones que aun tiene para el sector público, que sigue siendo muy relevante", opina el analista Xulio Ríos, del Observatorio de la Política China.
Quizás el secreto de que esta tradición se haya mantenido -incluso en los años de la Revolución Cultural, cuando muchas otras cosas en el país se paralizaron- tenga algo de superstición: la única vez que Beijing decidió "desobedecer" un plan quinquenal, en 1958, produjo el irónicamente llamado Gran Salto Adelante, en el que se calcula que las hambrunas causaron la muerte de unos 30 millones de personas.
"Su supresión en 1958 tuvo efectos desastrosos para la economía y el país, y sigue siendo un indicio de continuidad en la 'nueva normalidad'", destaca Ríos, en referencia al término con el que el actual régimen justifica la ralentización económica.
En todo caso, los planes quinquenales chinos han cambiado algo su forma de ser en los últimos años, aunque sea semánticamente: los 10 primeros eran oficialmente considerados "planes" propiamente dichos, mientras que desde el undécimo (2006-2010) el Gobierno alude a ellos como "guías" o "líneas de actuación".
Con ello Beijing parece dar a entender que su cumplimiento no se lleva tan a rajatabla como en lustros anteriores y que las verdaderas políticas de actuación se trazan en los presupuestos anuales, aunque en general hasta los medios chinos continúan hablando de planes quinquenales, por tradición y quizá superstición.