BRASILIA.- La peor recesión que vive Brasil en décadas podría estar cerca de tocar fondo mientras el vicepresidente, Michel Temer, se prepara para asumir el poder con una agenda amistosa con los mercados y un amplio apoyo para poner fin a una crisis política.
La esperanza de que Temer reduzca los subsidios estatales y restaure la confianza en la novena mayor economía del mundo ha provocado un alza en las acciones brasileñas y los economistas comenzaron a elevar las previsiones de crecimiento para este año y el 2017.
Brasil, que fue uno de los mercados emergentes preferidos, verá una contracción del 3,9% de su Producto Interno Bruto (PIB) este año y sólo crecerá un 0,50% en 2017, según la mediana de las previsiones de unos 100 economistas consultados la semana pasada por el banco central.
Si bien es poco consuelo para un país que sufre un aumento del desempleo, un declive del gasto de consumo y una inflación de casi el 10%, es la primera vez en casi un año en que mejoran las proyecciones de crecimiento.
Orquestar un cambio será una tarea de enormes proporciones para Temer. El líder del partido más grande de Brasil a sus 75 años relevará a la presidenta Dilma Rousseff si el Senado, como está previsto, vota el miércoles someterla a juicio político por violar las reglas presupuestarias.
Las pérdida de empleo sigue aumentando a un ritmo histórico y algunos economistas advierten que el mercado bursátil -que ha subido cerca de un 40% en términos de dólares en 2016- refleja las ilusiones de los inversionistas después de años de intervencionismo bajo el Gobierno de Rousseff.
Pese a todo, han empezado a aparecer señales de que la recesión se está frenando. Con una caída de la producción económica en un 7% desde 2014, las compañías se han desprendido de su exceso de inventarios y los costos laborales han bajado, reduciendo la inflación.
La confianza de los consumidores y empresarios, aún en mínimos históricos, ha mostrado señales de estabilizarse.
"Las cosas han dejado de empeorar", dijo Walter Cover, presidente de Abramat, una asociación de empresas de materiales de construcción, después de reportar una caída de 10% en las ventas de abril respecto del mismo período del año pasado.
Una fuerte depreciación de la moneda brasileña, el real, en el último año ha ayudado a reducir la competencia extranjera y los fabricantes comienzan a respirar tras dos años de dolor.
El déficit de cuenta corriente de Brasil, una medida de la vulnerabilidad del país a las crisis globales, se redujo en un 70% en el primer trimestre respecto del mismo periodo del año anterior por una caída de las importaciones.
Pero aún se prevé que la economía se contraiga por segundo año consecutivo en 2016, en la que sería la peor recesión en más de un siglo. Esto ocurre tras una década de prosperidad que sacó de la pobreza a casi 30 millones de personas, según el Banco Mundial.
En febrero, un sondeo de Reuters mostró que analistas esperan que la economía de Brasil vuelva a su tamaño previo a la crisis recién en 2019.