BEIJING.- China asiste con recelo a la investidura en Estados Unidos de Donald Trump, cuyos discursos y amenazas contra el gigante asiático podrían desencadenar una guerra comercial entre las dos primeras economías del planeta.
Aquí cinco preguntas para entender una posible disputa entre estos monstruos del comercio mundial.
¿Por qué Trump ataca a China?
El nuevo presidente fustiga el supuesto desequilibrio en las relaciones sino-estadounidenses. Trump acusa a Beijing de manipular su divisa para estimular las exportaciones chinas y, por tanto, de ser un competidor desleal de las empresas de Estados Unidos.
El magnate amenaza con imponer una tasa del 45% a los productos importados de China.
En lo referente a la manipulación de la divisa china, Trump se equivoca: Diversos análisis indican que desde hace más de un año el gobierno de China interviene para sostener a su moneda y no para hacerla bajar.
Pero según recientes estudios, dos millones de empleos estadounidenses se han perdido desde la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001.
Trump asegura poder repatriar parte de esos empleos gracias a negociaciones con Beijing.
¿Quién sale perdiendo?
A primera vista, China. El país tenía un colosal superávit comercial con Estados Unidos de US$30.000 millones por mes en 2016, según datos norteamericanos.
China está además en pleno proceso de dolorosa transición económica: un derrumbe de sus exportaciones la volvería aún más delicada.
La prensa china blande la amenaza de medidas de represalia en caso de conflicto comercial, que podrían afectar seriamente a gigantes estadounidenses como Apple, General Motors y Boeing, muy presentes en China.
También podría verse afectada por esas represalias la soja estadounidense exportada a China. El electorado rural de Trump podría entonces volverse contra su presidente. En suma, Estados Unidos también tiene mucho que perder.
¿Vamos hacia una guerra comercial?
Es difícil responder. El Presidente chino Xi Jinping parece dispuesto a un compromiso: esta semana declaró en Davos que "nadie" saldría vencedor de una guerra comercial.
Por su lado, el secretario estadounidense de Comercio Wilbur Ross no mencionó la tasa del 45% en su audiencia de confirmación ante el Senado. Dio a entender, sin embargo, que la legislación actual permite la adopción de medidas punitivas. Ello demostraría que el conflicto puede acabar siendo menos radical de lo previsto.
¿Es posible un compromiso?
China anunció recientes medidas para proseguir la apertura de su mercado. Su objetivo es atraer inversiones extranjeras y desactivar las críticas por sus restricciones a las firmas internacionales.
Beijing aseguró esta semana que las empresas extranjeras podrían cotizar en las bolsas chinas. Y en diciembre, China anunció que estas firmas extranjeras podrían tener filiales a 100%, sin verse obligadas -como hasta ahora- a rodearse de socios chinos en los sectores protegidos, como el material ferroviario o las motos.
Pero el malestar no se ha disipado: 80% de las empresas estadounidenses declaran sentirse menos bien acogidas en China que en otras partes, según un sondeo de la Cámara de comercio de Estados Unidos en China.
¿Que futuro se viene?
Antes de su elección, Trump, muy enfadado, había dicho que iba a inscribir a China en la lista de los manipuladores de divisas. No obstante, esa promesa no fue repetida en un video publicado tras su victoria electoral.
Sin embrago, el magnate ha declarado su intención de retirar a su país del acuerdo de libre comercio transpacífico (TPP), negociado por Washington con 11 países de la región Asia-Pacífico, y que excluye ostensiblemente a China.
El retiro norteamericano de este acuerdo, que China consideró como hostil, al menos debería tranquilizar a parte de los dirigentes de Beijing.