BLOOMBERG.- Greta Thunberg navega una vez más a través del Atlántico. Así, en medio de la crisis climática y de la nueva travesía en velero de la activista sueca, los viajeros de todas partes coinciden en que nunca ha habido un momento más deprimente para volar.
Lo anterior, no sólo porque los asientos son cada vez más pequeños, sino porque el tránsito aéreo representa entre 2% y 2,5% de las emisiones de dióxido de carbono globales, y los viajeros ahora sopesan en su consciencia si desean ver cómo el planeta se derrite, dice Bloomberg.
Pero lo cierto es que para la mayoría de las personas, comprar compensaciones de carbono es mucho más realista que subirse a un yate transatlántico o nunca volar. ¿Pero funcionan? La respuesta es compleja.
¿Cómo funcionan las compensaciones de carbono?
Un crédito de carbono se define como una unidad que financia la eliminación de una tonelada métrica de carbono del medio ambiente. Dependiendo del proyecto que su crédito esté financiando, el precio de esa unidad puede fluctuar ampliamente.
Pero el sistema tiene muchos defectos. En una exposición que publicó en mayo, Lisa Song, periodista de ProPublica, descubrió que muchos proyectos de compensación no cumplen con las ganancias que prometen, sino que funcionan como pases ineficaces para que las empresas y los consumidores aumenten su huella de carbono, sin culpa alguna.
A nivel individual, las contribuciones financiadas por créditos pueden permanecer en un cofre hasta que alcancen un umbral crítico; para entonces, el proyecto que estaban destinados a financiar podría ya estar completo (o haber sido eliminado).
Múltiples compañías pueden recaudar créditos para los mismos proyectos, y las reducciones contables serían sus propios éxitos, un efecto de "doble cómputo". El potencial de un proyecto para eliminar el carbono puede ser sobreestimado.
Y la cosa se complica aún más. Los créditos forestales pueden parecer los más directos: plantar o proteger un árbol, o absorber carbono atmosférico. Pero su transparencia es poca.
También pueden ocurrir efectos secundarios nocivos; el bambú es un sumidero de carbono efectivo y de rápido crecimiento, pero también es una especie invasora. Algunos proyectos operan con fines de lucro y algunas agencias cobran tarifas exorbitantes.
"Si el mundo fuera calificado por la fiabilidad histórica de las compensaciones de carbono, la nota sería un cero rotundo"
Lisa Song
Descubrir cómo compensar es tan complicado como calcular cuánto. "Se puede incluir la misma ruta de vuelo en diferentes calculadoras de carbono y llegar a un rango extraordinario en los niveles de producción", dice George Morgan-Grenville, fundador del equipo de turismo de lujo Red Savannah, que este mes hizo el lanzamiento de un plan a largo plazo para neutralizar sus operaciones internas y compensar las aventuras de sus clientes.
Esto se debe a que muchos factores pueden cambiar su huella cuando vuela desde el punto A hasta el punto B, incluido en qué cabina está sentado, en qué tipo de avión se encuentra, si su ruta es directa y cuánto equipaje lleva.
El cambio en la industria: calculadoras de carbono
"Queremos aportar transparencia a un mercado que de otro modo no estaría regulado", dice Jodi Manning, quien supervisa las asociaciones de viajes como vicepresidenta y directora de marketing en Cool Effect, una plataforma de financiamiento colectivo sin fines de lucro para proyectos de carbono examinados.
Hace tres meses, Manning hizo una revisión de la calculadora de viaje de la empresa, que permite a consumidores ver claramente, en solo tres clics, cuánto costaría compensar un vuelo y a dónde iría ese dinero. "Necesitamos asegurarnos de que nuestro comprador entienda cuánto se destinará a los proyectos y cuánto se destinará a la tarifa", explica.
Las nuevas características ayudan a los viajeros a ver que los vuelos de compensación pueden ser asequibles y efectivos (solo US$10 por un boleto de medio recorrido), lo que ha multiplicado por siete las donaciones individuales.
"Si pudiéramos lograr que 50% de las personas que se suben a un avión compensen una tonelada, obtendríamos un gigatón. Es lo que debemos hacer, lo que debemos reducir, para evitar alcanzar un aumento de 2 grados centígrados", agrega Manning.
"Dejar de volar por placer"
Hay una alternativa extrema a todo esto: dejar de volar por placer. "La compensación de viajes es simplemente un lavado verde. Si queremos abordar el problema central, tenemos que transformar nuestra idea de cómo son las vacaciones", dice Genevieve Guenther, directora de End Climate Silence y profesora afiliada de New School en Nueva York.
Ella misma, según cuenta, ha reducido drásticamente sus propios vuelos al asistir a conferencias de manera digital y dedicar la mayor parte de su tiempo libre en lugares que quedan a distancias donde se puede conducir.
"No es fácil", agrega Guenther. "De hecho, es deprimente", pero dice que siente que es su obligación no volar y que todo se trata de eliminar un privilegio de su vida. Para ella: "El único viaje ético es un viaje lento que no suelta dióxido de carbono en la atmósfera".
Aligerar la propia huella de carbono en aire y tierra: ¿Cómo?
Viajar en clase económica, sin escalas y empacar ligero ayuda a reducir las emisiones de carbono. Aunque los biocombustibles y los sintéticos siguen siendo muy experimentales, aerolíneas como United y Delta están dando grandes pasos y podrían ganar lealtad por esos esfuerzos; Swiss Air acaba de lanzar una iniciativa que permite a los pasajeros pagar una pequeña prima para aumentar el porcentaje de combustible sintético utilizado en sus vuelos.
Los elementos de mayor impacto que podemos abordar, tanto en viajes como en casa, incluyen la moda rápida y el desperdicio de alimentos. Los costos producción y desperdicio asociados con estas industrias son mucho más importantes que el combustible para aviones.
Otra opción es elegir más cuidadosamente a dónde viajar, dónde alojarse y qué tipo de vacaciones tener. "Alójese en una hermosa granja que se centra en la agricultura regenerativa, un lugar que cambia la forma en que se realiza la ganadería, un hotel ecológico", dice Jonathan Foley, director ejecutivo de Project Drawdown, para ejemplificar con las que serían "buenas ideas de inicio".