La pobreza en Argentina se disparó a medida que la inflación se acercaba al 100%, acabando con un año de ganancias y aumentando la presión sobre el gobierno, con problemas de liquidez, para gastar más en bienestar social antes de las elecciones presidenciales de octubre.
En ese sentido, alrededor del 39,2% de los argentinos vivían en la pobreza en la segunda mitad del año pasado, frente al nivel anterior del 36,5%, según datos gubernamentales publicados el jueves.
Eso sí, la cifra está por debajo del peak observado durante la pandemia, pero es una clara señal de que
la inflación está cobrando un alto precio en la sociedad y la economía del país vecino, que entrará en recesión este año.
Los niveles históricamente altos de pobreza presionarán al presidente Alberto Fernández y su coalición peronista para que brinden más asistencia social antes de las elecciones. Esto es una tarea difícil, debido a que Argentina se comprometió a reducir su déficit fiscal este año recortando el gasto.
Lo anterior, ya que la sequía de cultivos está reduciendo las exportaciones y los ingresos fiscales. El déficit fiscal es un objetivo clave en el acuerdo de US$44 mil millones de Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En todo caso, no importa qué partido gane las elecciones, ya que empeoramiento de la situación social de Argentina plantea un gran desafío para el próximo gobierno y su capacidad para aprobar medidas económicas de medicina dura.
Por lo mismo, los inversionistas esperan que la próxima administración devalúe la moneda, un paso que, según muchos analistas, es necesario para que la economía sea más competitiva, pero que probablemente empobrecería aún más al país a corto plazo debido a un aumento de la inflación.
Más personas entraron en la pobreza a finales del año pasado, cuando la crisis política del gobierno sobrecargó los niveles de inflación ya altos del 64% al 95% en seis meses. Para febrero pasado, la inflación había alcanzado el 103% y los economistas anticipan que seguirá subiendo.
A raíz de ello, los salarios de los trabajadores informales, que tienden a ser más pobres que los empleados de nómina asalariados, aumentaron solo un 65% a fines del año pasado, lo que significa que perdieron un poder adquisitivo significativo.
Esa tendencia se mostró en el producto interno bruto de Argentina, que se contrajo en el cuarto trimestre del año pasado al máximo desde la pandemia, según datos oficiales recientes. La disminución fue impulsada en parte por una fuerte caída en el gasto de los consumidores. Los economistas pronostican que la economía argentina se contraerá un 3% este año.
Una mayor indigencia también disipa la recuperación del país vecino de la pandemia. Si bien el desempleo está en su nivel más bajo desde 2015, la mayoría de las ganancias laborales se encuentran en sectores de bajos salarios, como el turismo y el comercio minorista. De hecho, nueve de cada 10 niños pobres en Argentina en realidad provienen de hogares con al menos un adulto que trabaja, según un informe de Unicef y la organización sin fines de lucro con sede en Buenos Aires La Poderosa .