Pese a haber comenzado el año con buenos pronósticos, la economía china se ha ralentizado, y ha registrado un crecimiento inferior a las previsiones esperadas. En ese sentido, la expansión de 6,2% de la actividad en el segundo trimestre del año confirma la debilidad por la que atraviesa el gigante asiático.
Si bien en principio una cifra de esa magnitud difícilmente podría ser calificada como endeble, hay ciertos factores que explican tal interpretación.
En primera instancia, el bajo crecimiento de ese país en los últimos tres años -esto, por efecto del covid y la política adoptada para enfrentarlo- ha generado una brecha que se estima en cerca de 3% del PIB; lo que se mezcla con problemas asociados al consumo, la baja de demanda de los mercados exteriores, deflación, la burbuja inmobiliaria, entre otros.
Cabe consignar que la evolución de la segunda economía del mundo afecta de forma directa al globo debido a su tamaño y al volumen de materias primas, energía y alimentos que demanda. Es más, China es el principal importador de petróleo del mundo, por lo que si su actividad se estanca, la demanda de crudo disminuirá, y con ello, su precio. Lo mismo, por ejemplo, con el cobre.
De acuerdo a las estimaciones de analistas, la economía china debería estar creciendo de manera más intensa para poder cerrar la brecha que derivó de la pandemia, sin embargo, la velocidad de expansión ha sido esencialmente nula, lo que revela que el impulso derivado de la apertura post coronavirus se ha desvanecido.
Desde luego, los componentes de la demanda impulsados por el sector privado -consumo, inversión industrial e inversión inmobiliaria- exhiben cifras bajas o abiertamente negativas, lo que coincide con una caída fuerte en la confianza empresarial y en la de los consumidores.
En efecto, la lentitud de la economía, el mayor desempleo -especialmente juvenil- y el discurso poco amigable hacia la actividad privada están generando una contracción en la demanda privada. En paralelo, las exportaciones -que en el pasado fueron una fuente importante de demanda- también se han mostrado débiles.
Problemas deflacionarios
Los riesgos de deflación -situación de exceso de oferta que puede provocar una disminución generalizada de los precios, o incluso una recesión- es una de las causas claves en la desaceleración que enfrenta el gigante asiático.
La caída de la demanda es responsable de la situación de deflación, que el mes pasado volvió a contraerse al situarse en 5,4%. Estos datos ubican al Índice de Precios de Producción (IPP) -un indicador inflacionario que mide el cambio promedio en los precios de venta para los productores locales de bienes y servicios de China- en mínimos desde los últimos siete años.
Sin embargo, la tendencia actual del IPP no se debe única y exclusivamente a una caída de los precios de las materias primas, sino que también se ve afectado por una creciente ralentización de la actividad en el sector industrial, afectado igualmente por la caída de beneficios.
En tanto, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) está congelado en 0% interanual, su tasa más baja en los últimos 28 meses, aunque se espera que repunte al término de 2023 por el incremento de los precios de los combustibles y la presión alcista del mercado laboral sobre los sueldos.
Respecto de esto, el Banco Popular de China ha querido calmar las aguas, y en una reciente rueda de prensa el vicegobernador de la entidad, Liu Guoqiang, aseguró que "ni hay deflación ahora ni habrá riesgo de deflación en en la segunda mitad del año", y pronosticó que el IPC se aproximará a un 1% hacia finales del ejercicio.
Devaluación del yuan
Durante los últimos seis meses, el yuan ha caído más del 6% frente al dólar. En cierto momento a fines de junio, un dólar era valorado en unos 7,2 yuanes, un nivel cercano al punto más débil desde la crisis financiera mundial de 2008.
El valor de la moneda china ha estado cayendo este año, a medida que la segunda mayor economía del mundo se estanca. A los economistas y a algunos funcionarios de Beijing les preocupa que la baja pueda convertirse en un desplome, desestabilizando el sistema financiero del país, según consignó The Wall Street Journal.
No obstante, el apuntalamiento de la moneda implica sus propios riesgos, como un crecimiento más lento para China y, posiblemente, para el resto del mundo, dicen expertos.
En los últimos días, el banco central ha expresado -principalmente a través de la tasa oficial que fija para guiar las operaciones diarias del yuan- que su tolerancia para la depreciación rápida se podría estar agotando.
Con todo, se espera que persista la presión a la baja sobre el yuan, ya que las proyecciones apuntan a que el banco central seguirá recortando las tasas de interés para respaldar el crecimiento, mientras que es probable que sus contrapartes en Occidente suban más las tasas para combatir la inflación. La brecha de tasas entre Oriente y Occidente anima a los inversionistas a sacar dinero de China, deprimiendo el yuan
Cualquier potencial debilidad en el dólar en los próximos meses, según analistas, es poco probable que cambie la trayectoria a la baja del yuan sin intervención del gobierno y una sólida recuperación del crecimiento de China. "Si el Banco Popular de China no pone una resistencia visible, la dirección futura más probable del yuan es a la baja", indicó a The Wall Street Journal Brad Setser, experto en moneda y de huida de China en el Consejo de Relaciones Exteriores de EE.UU.
Crisis inmobiliaria
Otro de los factores que ralentiza la economía es la grave crisis del sector inmobiliario chino. Un gran número de empresas del sector presentaron problemas de liquidez a comienzos de 2021 debido a las políticas del Gobierno y la desconfianza de los compradores, lo que se tradujo en una caída en los precios de las viviendas.
Durante los tres primeros meses del año, la inversión en promoción inmobiliaria cayó 7,9%, mientras que las cifras de ventas de propiedades comerciales mostraron un descenso de 5,3% medidas por área de suelo, un indicador que ya se había desplomado un 24,3% en 2022.
"Ni hay deflación ahora ni habrá riesgo de deflación en en la segunda mitad del año"
Liu Guoqiang, vicegobernador del Banco Popular de China
Recordar de las complicaciones en el sector inmobiliario de China -de gravitante peso en su economía, pues representa un cuarto del Producto Interno Bruto (PIB) del país- llegaron a su clímax en 2021, cuando el gigante
Evergrande dejó de pagar parte de su deuda por más de US$300 mil millones.
Antes de anunciar un gran acuerdo de reestructuración, la firma presentó dificultades para pagar a sus proveedores y acreedores para así completar sus proyectos, convirtiéndose en un ejemplo de los desequilibrios que se acumulan en esta industria, marcado por un alto endeudamiento, resultado de largos años de políticas expansivas. Es por lo mismo, que el Gobierno chino, consciente de esta situación, inició un esfuerzo por contraer su actividad y limitar su nivel de pasivos.
Recuperar al sector privado
El sector privado de China está muy afectado por los repetidos confinamientos durante la época de pandemia y los giros de la política nacional del "covid cero".
"Los negocios tienen dudas sobre aumentar la producción o la inversión ante los traspiés económicos. (...). Ahora, muchos de ellos están tomando una actitud de espera, y no tratarán de expandir sus operaciones hasta que haya un repunte de la demanda general", explicó Harry Murphy Cruise, economista de Moody's Analytics.
El nuevo primer ministro, Li Qiang, ha mostrado en las últimas semanas el final de la campaña reguladora contra las tecnológicas, además de reunirse con expertos en macroeconomía y a su vez ha prometido nuevas medidas de apoyo. Sin las medidas necesarias y políticas de ayuda, es muy posible que China no cumpla con su objetivo de alcanzar un crecimiento del 5% del PIB para este año.