Las proyecciones energéticas para Latinoamérica: Demanda de electricidad podría saltar 180% para 2050
De acuerdo a un informe de la Agencia Internacional de Energía, si los países de la región cumplen sus compromisos climáticos, los requerimientos eléctricos se ampliarían ante mayores usos para producción de hidrógeno, vehículos eléctricos y climatización.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que Latinoamérica podría cubrir toda su demanda adicional de energía de aquí a 2030 con fuentes renovables, tanto convencionales como la hidroeléctrica como no convencionales, lo que además de contribuir a los objetivos climáticos internacionales le daría un gran margen para aumentar sus exportaciones.
En su primer informe dedicado específicamente a la región publicado este miércoles, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) advierte, sin embargo, que con las políticas actuales los combustibles fósiles seguirán cubriendo una amplia parte de la demanda de energía, de forma que las cosas deben cambiar.
El reporte indica que, si los países cumplen sus compromisos climáticos, la demanda eléctrica podría aumentar un 180% de aquí a 2050, ante mayor requerimiento para proveer a vehículos eléctricos, climatización de edificios y producción de hidrógeno.
"América Latina y el Caribe pueden desempeñar un papel destacado en la nueva economía energética mundial" subraya su director ejecutivo Fatih Birol, que insiste en que con sus "increíbles recursos naturales" y el peso que tienen las energías renovables, los países de la región cuentan con ventaja en las transiciones seguras y sostenibles hacia la energía limpia".
Las proyecciones de la AIE para la región
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) señala que, según sus cálculos, para 2030 América Latina podría satisfacer toda su demanda adicional de energía mediante fuentes renovables (convencionales y no convencionales).
Esto no solo contribuiría a los objetivos climáticos globales sino también abriría oportunidades para aumentar sus exportaciones de energía.
El informe de la AIE advierte que, bajo las políticas actuales, los combustibles fósiles continuarán siendo una parte significativa del suministro de energía, lo que requiere un cambio en la dirección actual.
El director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, enfatiza el potencial de América Latina y el Caribe en la nueva economía energética mundial, respaldado por los recursos naturales y la importancia de las energías renovables en la región.
Archivo El Mercurio
Birol sostiene que esta ventaja podría impulsar el crecimiento económico local y mejorar la seguridad del sistema energético global, pero subraya la necesidad de políticas de apoyo y cooperación internacional para aprovechar plenamente este potencial energético.
Sin cambios en las políticas, se espera que el peso de los combustibles fósiles en el consumo energético de América Latina disminuya lentamente, pasando del 67% actual al 63% en 2030 y al 54% en 2050, mientras que las energías renovables aumentarían del 28% en 2022 al 40% en 2050.
Sin embargo, si se implementan los compromisos de transición energética asumidos por los países de la región, particularmente aquellos que se han comprometido a alcanzar emisiones netas de CO2 nulas para mediados de siglo, la situación cambiaría significativamente.
Combustibles fósiles e hidroeléctricas
Si se cumplen los compromisos de transición energética de América Latina y el Caribe, la demanda máxima de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) alcanzaría su peakantes de 2030 y disminuiría en más del 50% para 2050.
Esto tendría como consecuencia un aumento de las exportaciones de petróleo en la región, particularmente en Brasil y Guyana, que podrían extraer un millón de barriles diarios adicionales cada uno para 2030.
Aumentar las exportaciones no solo generaría más ingresos para la región sino también mayor seguridad y flexibilidad para el sistema energético global al diversificar las fuentes de abastecimiento, según la AIE.
Plataforma petrolera en Brasil. | AP
América Latina y el Caribe tienen una ventaja en su sistema eléctrico, con las energías renovables ya representando el 60% de la generación de electricidad, el doble del promedio mundial. Esto se debe principalmente a la presencia de centrales hidroeléctricas.
Aunque el potencial de crecimiento de la hidroelectricidad es limitado, seguirá siendo valiosa a medida que las energías eólica y solar fotovoltaica ganen peso.
Se espera que la eólica y la solar, incluso con las políticas actuales, dupliquen su participación relativa para 2030, alcanzando el 40% en 2050, en comparación con el 11% actual.
Más capacidad eléctrica gracias a renovables
Si los países de América Latina cumplen con sus compromisos climáticos, la transición hacia las energías renovables sería mucho más rápida.
En 2030, más del 70% de la generación de electricidad sería de origen renovable (convencional o no convencional), aumentando a más del 90% en 2050.
Además, la electricidad se utilizaría en nuevos usos energéticos en lugar de los combustibles fósiles.
La demanda de electricidad crecería en un 180% de aquí a 2050 en lugar del 80% proyectado con las políticas actuales.
Se utilizaría en la producción de hidrógeno, en edificios (como aire acondicionado), en el transporte con cerca de 16 millones de vehículos eléctricos en 2030 y en la industria.
El Mercurio
América Latina puede desempeñar un papel crucial en la transición energética global como proveedor de minerales estratégicos como el cobre, el litio, el níquel, el cinc, el grafito y la bauxita.
Estos minerales generaron alrededor de 100.000 millones de dólares en ingresos en 2022, casi el 30% del mercado mundial. Para 2050, estos ingresos podrían duplicarse y compensar parte de la disminución en las ventas de combustibles fósiles.
Si se aplican medidas a nivel global para combatir el calentamiento global, los ingresos de América Latina y el Caribe por combustibles fósiles disminuirían de unos 420.000 millones de dólares en 2022 a menos de 300.000 en 2030 y 145.000 en 2050.
Uno de los principales desafíos para la transición energética es duplicar la inversión en proyectos de energías limpias para 2030, alcanzando los 150.000 millones de dólares, y quintuplicarla para 2050.