"La economía, estúpido".
La célebre frase con la que el asesor político James Carville llevó hasta la Casa Blanca al equipo de campaña de Bill Clinton en 1992 bien podría explicar el retorno del candidato republicano Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, tras su holgado triunfo sobre la demócrata Kamala Harris.
Así al menos lo cree
Carl Meacham, ex asesor del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, quien analizó el resultado de los comicios en
EmolTV. "Mi parecer, cuando hagamos un poco más de análisis
, el tema que predominó de verdad era la economía", sostuvo.
La economía se posicionó como el tercer protagonista de esta elección -después de Trump y Harris, por supuesto-, dando forma a las narrativas de ambas campañas y manteniendo la carrera en el filo de la navaja. Era el tema que más interesaba a los electores estadounidenses -según diversas encuestas-, pero la forma en que el ítem económico podría influir en los resultados no era para nada sencilla, considerando que Estados Unidos llegó a la elección con cifras bastante sólidas, lo que en el papel debió haber beneficiado a Harris.
Sin embargo, la administración de Joe Biden jamás pudo quitarse de encima el fantasma de la alta inflación, que encareció duramente la vida de los estadounidenses. Ese recuerdo no es fácil de olvidar y pudo haberle pesado a Harris, la vicepresidenta de Biden.
Entonces: ¿Un crecimiento fuerte o una inflación elevada? Esa pregunta se llevaron los norteamericanos a las urnas, y estas son las cifras que inclinaron la balanza electoral.
La larga memoria inflacionaria
En abril de 2021, la inflación en Estados Unidos escaló al 4,2% y comenzó a subir hasta llegar a un máximo de 9,1% en junio de 2022, la mayor tasa en 40 años y muy por encima del 2% fijado como objetivo por la Reserva Federal.
Desde entonces, el índice de precios al consumidor ha bajado notablemente hasta llegar a 2,4% en septiembre pasado. Sin embargo, la memoria en materia de inflación es larga.
El enojo por los fuertes aumentos de precios que se produjeron al principio de la presidencia de Biden ha persistido pese a que la inflación se ha enfriado e, incluso, pese a que los análisis económicos de los datos del Departamento del Trabajo muestran que los salarios de la mayoría de los trabajadores de EE.UU. han aumentado más que los precios.
Además, lo que los estadounidenses han estado haciendo con sus billeteras cuenta una historia distinta al del pesimismo inflacionario. La semana pasada, el Departamento de Comercio informó que, ajustando la inflación, el gasto de los consumidores aumentó un 3% en el tercer trimestre respecto del año anterior. Durante los primeros tres años de la administración Trump, antes de la pandemia, el gasto creció a una tasa anual de 2,6%.
Por eso, más que el estado de la economía de Estados Unidos, lo que parece haber sido crucial es la percepción pública de ella. Algo de lo que Trump buscó sacar partido. La semana pasada advirtió que una victoria de Harris conduciría a una "depresión económica al estilo de 1929", pintando un panorama oscuro sobre una economía ciertamente iluminada con un ritmo de crecimiento constante, generando millones de nuevos empleos e impulsando los salarios al alza.
Sólido crecimiento que no fue suficiente
Actualmente la tasa de empleo en Estados Unidos está en 4,1% y se ha mantenido desde septiembre de 2021 por debajo del 5%, lo que los expertos consideran como una situación de pleno empleo. Además, la actividad creció un vigoroso 2,8% en el último trimestre.
Asimismo, el PIB per cápita real creció a una tasa del 2% en los tres primeros trimestres de este año, el mejor ritmo previo a unas elecciones desde que el expresidente George W. Bush ganó su segundo mandato en 2004. Es más, el PIB per cápita creció a una tasa aún mejor del 2,8% durante toda la presidencia de Biden hasta el tercer trimestre -la mejor desde el expresidente Lyndon Johnson, en los 60'-.
De hecho, la administración de Biden logró esquivar una recesión que el mercado en algún momento dio por hecho.
De todas formas, "Kamala Harris y el corrupto Joe han llevado a nuestra economía al precipicio", dijo Trump la semana pasada. Un análisis llamativo, pero no muy distinto a lo que opinó el 75% de los votantes según una encuesta del New York Times/Siena College realizada en octubre, quienes dijeron que la economía estadounidense estaba en mal estado.
Ese es solo un sondeo de una larga lista de encuestas que mostró, previo a la elección, la alta preocupación de los estadounidenses por su economía.
En un estudio de Gallup, el 90% de los consultados señalaron que la economía era "extremadamente importante" o "muy importante". De hecho, es el único asunto sobre el cual una mayoría (52%) coincidió en calificar como "extremadamente importante".
Es la primera vez desde la crisis financiera de 2008 que una mayoría de electores (en aquel caso 55%) califican la economía como "extremadamente importante" a la hora de decidir su voto.
Un análisis publicado en septiembre por el centro de estudios Pew Research coincidió en señalar que la economía es el tema central de esta campaña: el 81% de los votantes registrados consultados dijeron que es "muy importante" para su decisión en estos comicios.
De acuerdo con Gallup, el 54% de los votantes creía que Trump podía manejar mejor la economía que Harris. Y así, la elección que marcará la segunda era de Trump en la Casa Blanca podría quedar en los libros como un fiel reflejo de un viejo dicho electoral: "La gente va a votar con el bolsillo".