CARACAS.- El ex policía que se rebeló junto a otras cinco personas contra el Gobierno del Presidente Nicolás Maduro,
Óscar Pérez, fue sepultado este domingo en Caracas contra la voluntad de su viuda y su madre, tras ser abatido el lunes en un operativo de seguridad.
Así lo confirmó la diputada opositora
Delsa Solórzano, quien preside la comisión creada por el Parlamento -único poder del Estado en manos de la oposición- que investiga la muerte del sublevado piloto y su grupo.
"Estuvieron su tía y su prima. El cementerio lo cerraron durante todo el proceso y lo abrieron después de que ya estaba cerrada la tumba", afirmó la legisladora. Además, Solórzano recordó que el Gobierno ha repetido el mismo protocolo con los cuerpos del resto del equipo de Pérez.
Por su parte, la prima del también ex piloto de la Policía Científica, Francis Pérez, declaró poco después de la ceremonia que las autoridades "se burlaron de nosotros". Esto por las restrictivas condiciones en las que se dio el entierro.
Incluso, algunos familiares de Pérez -cuya madre, esposa e hijos están fuera del país- quedaron sin poder asistir a la inhumación, ya que grupos armados no permitieron el acceso a otros parientes.
El Gobierno Maduro aún no ha hecho una confirmación oficial del hecho, sin embargo, la cadena CNN y la agencia de noticias EFE reportaron que el cuerpo correspondería a Óscar Pérez.
Medios locales han publicado fotografías del lugar en el que estaría enterrado, que consiste en una piedra sobre el césped del cementerio, la cual tiene inscrita el nombre del ex uniformado. En el lugar se ubicaron flores y se desplegó una bandera de Venezuela.
Familiares de Óscar Pérez y de los otros rebeldes llevaban toda la semana acudiendo a la morgue a reclamar los cuerpos. Según las actas de defunción, seis de los siete muertos -entre ellos Pérez- perdieron la vida por un disparo en la cabeza.
En cuanto a los restos de Abraham Agostini y José Díaz Pimentel, éstos fueron sepultados el sábado en el mismo cementerio del Este de Caracas en el estaría Pérez, en un entierro que las familias no habían autorizado y con la única presencia permitida de sus parientes más próximos.
Lo mismo ocurrió con los cadáveres de las otras cuatro personas muertas -el periodista Daniel Soto, los militares hermanos Abraham y Jairo Lugo y la novia de este último, la enfermera Lisbeth Ramírez-, que fueron trasladados a sus localidades de origen en un avión militar para ser allí sepultados en un cementerio con fuerte presencia militar.