SANTIAGO.- Japón anunció este martes su retirada de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) con el objetivo de "reanudar la caza comercial en julio próximo", desafiando a los defensores de los cetáceos 30 años después de haber puesto fin a esa práctica, al menos oficialmente.
Pese a que nunca dejó totalmente de cazar ballenas, ahora retomará públicamente la caza con fines comerciales, como ya hacen Islandia y Noruega, argumentando que el número de ejemplares se ha recuperado.
Las críticas no han tardado en llegar. Los gobiernos de
Australia y Nueva Zelanda dijeron estar "extremadamente decepcionado" y
Greenpeace cuestionó la recuperación de la población de ballenas. Sin embargo, algunas ONG y defensores de la conservación de estas especies han mirado con optimismo la medida.
Qué es la CBI
La Comisión Ballenera Internacional (CBI) es un organismo creado bajo la instauración del Convenio Internacional para la Regulación de la Pesca de la Ballena, firmado en Washington el 2 de diciembre de 1946, y se originó ante la necesidad de controlar la caza de ballenas, pues su sobreexplotación provocó una progresiva desaparición de la especie en los mares del mundo.
El objetivo del convenio, al cual han adherido 89 países, es velar por la conservación adecuada de las poblaciones de cetáceos y posibilitar el desarrollo ordenado de la industria ballenera. Así, la comisión debe reglamentar la pesca, incluyendo: la protección de especies; designación de áreas para santuarios; demarcación de límites en número y tamaño de las ballenas que pueden ser capturadas; establecimiento de temporadas de veda, entre otros.
En este contexto es que en 1982 y ante una evidente merma en la población ballenera, la comisión impuso una moratoria a la caza comercial. Japón, que firmó el convenio en 1951, adoptó la medida, pero no necesariamente la cumplió a cabalidad.
Violación a la moratoria y poca efectividad
Pese a que la moratoria implicó una de las decisiones más importantes para limitar la caza de ballenas, lo cierto es que un bache permitió que la captura continuara: una cláusula en el texto autoriza la caza de ballenas con fines investigativos. Así, en 1987 Japón aludió a la "investigación científica" para continuar con su actividad pesquera de cetáceos y realizar expediciones anuales a los océanos Antártico y Pacífico noroeste con dichos fines.
El programa fue criticado al considerarse una fachada para la caza comercial, pues la carne de ballena aún se vende al interior de Japón. Funcionarios de pesca han dicho que el país asiático consume cada año miles de toneladas de carne de ballena obtenida en las cacerías con fines científicos.
Pero además de la violación a la moratoria, el gran problema del organismo, según sus críticos, es su poca efectividad. Cualquier nación, ya sea que se dedique o no a la caza de ballenas, puede adherirse a la convención y por ende participar de la comisión. Para ello, solo basta firmar el acuerdo y pagar cuotas para sustentar a la CBI.
Ser miembro de la entidad implica tener derecho a dar su opinión en las decisiones y todos los países tienen un voto, independientemente de su población, poder económico o si son activos en la industria. Ello ha motivado la compra-venta de votos, una práctica usual entre países cazadores como Japón que en su afán por manipular las decisiones del CBI pagan a otros países para que firmen el convenio y voten a su favor. Incluso naciones sin costa, como Mongolia, se han unido a la Comisión con este objetivo.
Para empeorar dicho escenario, existe el polémico artículo 5 en la regulación de la CBI, que establece la posibilidad de que cualquier miembro objete cualquier decisión. Esta opción permite que los países que se benefician de la industria ballenera bloqueen diversas resoluciones, tales como la creación de refugios adicionales para cetáceos en el Pacífico y Atlántico Sur.
Optimismo
Pero no todo ha sido en vano. Japón ha cazado ballenas durante siglos, pero ha reducido la cantidad de ejemplares que captura a causa de las protestas de la comunidad internacional y por la menor demanda al interior del país.
600ballenas son cazadas anualmente por Japón en el océano Antártico y Pacífico noroeste
A partir de 2014 se vio obligado a disminuir su cuota anual de pesca en la zona austral a cerca de un tercio, luego de que un fallo de la
Corte Internacional de Justicia determinara que su programa de investigación de ballenas no era tan científico como habían alegado. Actualmente, Japón caza unas
600 ballenas al año en el Antártico y en el norte del Pacífico.
Además, pese a que la carne de ballena se continúa vendiendo, quienes principalmente la consumen son los japoneses de mayor edad y lo hacen por nostalgia. Muchos dudan que la industria pueda ser sostenible si los jóvenes no ven a las ballenas como comida.
Hoy, tras el anuncio de su retiro de la CBI, hay quienes ven el panorama con optimismo. Muchos aseguran que con la decisión también se podría detener la captura de ballenas en el Antártico y permitir la creación de nuevas zonas de protección.
Al informar de la noticia, el jefe de gabinete japonés, Yoshihide Suga, señaló que ahora la caza comercial se limitará a sus aguas territoriales y zonas económicas exclusivas, que se extienden a 320 kilómetros alrededor de las costas del archipiélago. Agregó que ya no realizarán sus criticadas expediciones anuales a la zona austral y al noroeste del Pacífico.
Asimismo, la organización ecologista Sea Shepherd, que celebró la decisión, indicó en un comunicado que sin la oposición de Japón al interior del CBI, el organismo podrá aprobar la moción para establecer una reserva de ballenas en el Atlántico Sur y terminar con la caza de cetáceos en ese hemisferio. Según afirmaron, una vez que ello suceda, habrá que centrar la atención en el hemisferio norte, donde se encuentra la actividad de Japón, Islandia y Noruega.