Tras un arduo proceso burocrático, los viajeros que consiguen entrar en Vietnam salen del aeropuerto embutidos en equipos de protección individual (EPI), van solos en autobuses plastificados y se aíslan durante dos semanas en hoteles designados por el Gobierno.
Desde que cerró sus puertas al turismo el pasado marzo para frenar la pandemia de covid-19, cruzar la frontera de Vietnam es una odisea tanto para los nacionales que consiguen vuelos de repatriación como para los trabajadores e inversores extranjeros que logran cumplir con los estrictos requisitos de las autoridades comunistas.
Estas medidas draconianas han sido una de las claves para que Vietnam se mantenga como uno de los países que mejor han gestionado la crisis sanitaria, con
1.397 casos y 35 muertos en total.
El ingeniero español Enrique López Mañas llevaba meses intentando entrar en el país, donde vive su pareja y donde reside desde este lunes, tras terminar su cuarentena de dos semanas en un céntrico hotel de Ho Chi Minh (antigua Saigón).
"Tenía la pareja aquí y no nos habíamos visto desde febrero así que estaba intentando entrar por cualquier medio. Dejé mi trabajo en Alemania y he empezado a trabajar en Vietnam para una empresa", cuenta por teleconferencia desde la habitación de hotel en la que ha vivido aislado los últimos 15 días.
Tener un empleo que le califique como trabajador experto era el primer paso de López Mañas para entrar a Vietnam, pero después necesitó
la aprobación explícita del comité popular de la ciudad (equivalente a un ayuntamiento), del centro de control de la pandemia y
la presentación de una prueba PCR negativa un máximo de cinco días antes de montar en el avión.
Explica que encontrar un boleto de avión no fue fácil, aunque contó con la ayuda de su empresa, que hizo las gestiones y corrió con los gastos: Vietnam tiene cerrado el acceso a vuelos comerciales internacionales, pero varias aerolíneas operan vuelos chárter de forma regular.
"En el avión íbamos ocho pasajeros de Qatar a Saigón. Teníamos que ir con la máscara protectora de plástico durante todo el vuelo, excepto para comer y beber", relata.
Ciencia ficción
Llegar a Vietnam fue una experiencia parecida a meterse en una película de ciencia ficción: el aeropuerto internacional de Ho Chi Minh presentaba un aspecto fantasmal, con apenas 20 personas, todas ataviadas con trajes de protección completa y manteniendo las distancias con los ocho pasajeros recién llegados para evitar posibles contagios.
Después de pasar los debidos controles y recoger su equipaje, se enfundó el EPI que le proporcionaron y salió de la terminal, donde lo esperaba un bus en el que recorrió él solo con el conductor -cuyo asiento estaba separado por plásticos- los siete kilómetros que separan el aeropuerto de su hotel.
"Como viajaba sin acompañantes
me metieron solo en el autobús, siempre con el EPI puesto. Las familias sí iban juntas", relata.
"Cuando llegué al hotel -prosigue- todos los empleados tenían el traje de protección completa, como yo. Tuve que recoger mi llave en una mesa y seguir el camino indicado hacia mi habitación. Subí solo en un ascensor forrado de plástico y entré a la habitación en la que he estado estas dos semanas".
Las únicas personas a las que ha visto en estos quince días son los enfermeros que le han tomado la temperatura corporal a diario y que le han hecho las tres pruebas PCR obligatorias para recobrar su libertad: una a su llegada, otra en mitad de la cuarentena y una última antes de salir.
En el pasillo junto a su habitación había una mesa en la que el personal del hotel le dejaba las tres comidas al día más algún otro plato que su novia llevaba a la recepción.
"El trato con el personal es correcto, están disponibles siempre, pero es muy estricto. No he podido abandonar mi habitación bajo ninguna circunstancia", comenta, sorprendido por la diferencia con los requisitos que le pidieron en junio para entrar a España desde Alemania, cuando no tuvo más que rellenar un cuestionario en el que declaraba que no estaba infectado.
Navidad en cuarentena
La empresa de López Mañas ha pagado por su viaje y cuarentena, una suerte que no tiene Sonia Pino, una arquitecta española que tiene previsto tomar su vuelo desde Barcelona a Ho Chi Minh -vía Singapur- el próximo día 19.
"Estaba viviendo en Nueva Zelandia y tenía previsto mudarme a Vietnam en abril para reunirme con mi novio; ya tenía el vuelo comprado, pero cerraron las fronteras y he tenido que retrasarlo todo y esperar a encontrar un trabajo", relata.
Aunque su empresa le ha ayudado con el papeleo, ella ha corrido con todos los gastos, algo más de 2.000 euros contando el vuelo, el traslado del aeropuerto al hotel y las dos semanas de cuarentena.
"No me ha salido tan mal, sé que hay gente que está pagando ese precio solo por el vuelo", afirma.
Aunque dispone ya de reserva, no tendrá el pasaje confirmado hasta un día antes de salir, cuando cuente con la PCR negativa y todos los permisos de las autoridades vietnamitas, una precariedad que le ha producido ansiedad en los últimos meses.
Su idea inicial era pasar las navidades en Ho Chi Minh con su novio tras casi un año sin verlo, pero los constantes retrasos le obligarán a pasar su cumpleaños, la celebración navideña y la del Año Nuevo sola en una habitación de hotel de Vietnam.