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Pablo Allard y el desafío de reconstruir: "Hay que volver a tener una ciudad con carácter y no una blindada"

El urbanista y decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la UDD señala que hay zonas del centro que se deben comenzar a recuperar. "Si dejamos abandonado, estamos invitando a que se siga destruyendo", dice.

21 de Febrero de 2020 | 09:43 | Por Consuelo Ferrer, Emol
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LUN (archivo)
SANTIAGO.- La semana pasada, Pablo Allard estuvo de visita en Quito. Allí, el decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la U. del Desarrollo no pudo sino hacer comparaciones. "Ecuador tuvo un estallido social bastante violento en octubre, hubo atentados severos, pero te paseas hoy por el centro histórico, que es Patrimonio de la Humanidad, y está intacto", dice a Emol.

La diferencia con Chile no está en que allá no hayan rayado paredes o las manifestaciones no hayan existido, dice. "Las hubo. Lo que pasa es que el municipio de Quito se movilizó rápidamente para limpiar y recuperar ese patrimonio. La comunidad así lo entendió y no lo han vuelto a rayar", comenta.

El ejemplo lo menciona porque se trata de un desafío que hoy enfrentan los municipios chilenos, especialmente el de Santiago, que ya invirtió $85 millones en reponer el asfalto de calles como Ramón Corvalán, ubicadas en la "zona cero" de las protestas y cuyas veredas fueron prácticamente destruidas. La inversión ocurre en la antesala de una posible reactivación del movimiento en marzo, que activa las alertas y hace temer nuevos destrozos.

—¿Cómo deben enfrentar las autoridades locales la tarea de recuperar la ciudad?
—Sin duda el desafío de la reconstrucción de los centros urbanos vandalizados y destruidos por la violencia que surgió al margen del estallido social es una tarea muy compleja, muy difícil, donde no hay recetas y va a haber que ir trabajando, improvisando e innovando en el camino. Lo que sí está claro es que, en la medida en que se van canalizando las demandas sociales a partir de la agenda social y el plebiscito constitucional, cada vez se va focalizando y achicando el área de conflicto urbano asociado al estallido.

"Obviamente recuperar Plaza Italia o el monumento a Baquedano hoy es muy arriesgado y tiene un costo muy alto —no solamente desde el punto de vista de recursos a implementar, sino además porque hay una alta probabilidad de que vuelva a ser vandalizado—, pero hay anillos de las zonas centrales, espacios públicos, privados y calles aledañas que no tienen por qué dejarse abandonadas al graffiti, el vandalismo y la destrucción", asegura.

Un plan de acción


—¿Qué se debe hacer en la ciudad, donde hay zonas que todavía son de conflicto?
—Hay que tener una política de tolerancia cero e ir reparando, limpiando y recuperando lo antes posible, porque la magnitud de los conflictos y los enfrentamientos ya es distinta a la que teníamos en noviembre. Si nosotros tenemos ese territorio y lo dejamos abandonado, con semáforos rotos, pavimentos picados y fachadas rayadas, claramente estamos invitando a que se siga destruyendo. En cambio, si vamos acotando las zonas de conflicto urbano a aquellos puntos más críticos y vamos recuperando las zonas periféricas y cercanas al área de influencia, claramente vamos a ir desplazando o concentrando la zona de conflicto a un punto menor. Eso hay que hacerlo ya, y celebro que la Municipalidad de Santiago haya tomado la iniciativa de empezar a reparar y pintar aquellas propiedades y edificios junto con los propietarios y vecinos que necesitan ayuda.

—¿Ocurre que, mientras más tiempo pasa la ciudad así, más se acostumbran los ciudadanos al estado de caos?
—Así es, y también pasa que hay instituciones y edificios históricos que han sido tremendamente vandalizados, como por ejemplo el café literario del Parque Bustamante, que yo pienso que es difícil que vuelva a ser vandalizado. Creo que, si espacios como ese se recuperan, los vecinos van a defenderlo. Es lo mismo con las estaciones de Metro: va a ser muy difícil que vuelva a haber un ataque a las estaciones que cuente con la simpatía o la adhesión que pueden haber tenido los ataques de octubre, porque la sociedad ya entendió el costo que tuvo eso. En ese sentido, yo creo que no debiéramos tener miedo a recuperar aquellos espacios donde no es evidente que vaya a volver a haber enfrentamientos.

"Hay que empezar a salir de la violencia implícita que significa tener una ciudad blindada. Uno lo entiende en las zonas donde ha habido enfrentamiento, pero nadie puede justificar que un banco o una farmacia en Santa María de Manquehue, o en Las Condes, o en La Dehesa esté blindado. Eso también es una manera implícita de manifestar violencia"

Pablo Allard
—¿Cómo se debe reconstruir?
—Aquí viene un dilema muy grande que tiene que ver con dos cosas: por un lado, habían espacios públicos que tenían pavimentos de adoquines o adocretos, que eran característicos de esos sectores y que, a partir de los enfrentamientos que surgieron al margen del estallido social, hemos visto cómo han sido utilizados como proyectiles para atacar a carabineros o luchar con ellos. Entonces viene la pregunta de si vamos a volver a reconstruir lo mismo que había, o si vamos a tomar ciertas salvaguardias, y ahí hay que tener mucho cuidado. Obviamente la reconstrucción se tiene que hacer con criterios de prevención situacional y de seguridad ciudadana, para evitar que haya elementos que puedan ser utilizados para otros usos, pero tampoco se trata de llegar y asfaltar todo con un pavimento homogéneo que pierda carácter y pierda la identidad de lo que es cada barrio.

—En caso de Ramón Corvalán, lo hicieron con una "carpeta asfáltica andivandálica"
—Hay que entender que Ramón Corvalán hoy en día es el epicentro de donde se repliega la primera línea, donde se abastece y se prepara para enfrentar a carabineros, por lo tanto va a ser muy difícil recuperarlo ahora. Sin embargo, hay tramos de Merced y de Bustamante, por ejemplo, donde sí se puede empezar a recuperar como era antes. No debiéramos tener temor a volver a tener a tener una ciudad con su carácter propio, y no una ciudad blindada.

—¿Cuál es la implicancia simbólica de mantener los blindajes en comercios?
—Hay que empezar a salir de la violencia implícita que significa tener una ciudad blindada. Uno lo entiende en las zonas donde ha habido enfrentamiento, donde se han roto los escaparates, se ha vandalizado, robado y saqueado, pero nadie puede justificar que un banco o una farmacia en Santa María de Manquehue, o en Las Condes, o en La Dehesa esté blindado. Eso también es una manera implícita de manifestar violencia.

—Existe el temor de que las movilizaciones se reactiven y se generen nuevos destrozos
—Tenemos que empezar a confiar en la ciudadanía, en que el proceso político se va a ir conduciendo de manera más pacífica, aunque siempre entendiendo que en las zonas donde va a seguir habiendo conflicto y enfrentamientos, como es el caso de Plaza Baquedano, claramente no queda otra que mantener esos blindajes y medidas de seguridad. En el resto de la ciudad, la verdad es que se pueden empezar a recuperar los espacios de convivencia cívica que esperamos tener y sobre los cuales queremos construir también el futuro del país.

¿Qué hacer con las paredes?


—¿Cómo dialoga la reconstrucción con la memoria? ¿Qué pasa con aquellos lugares que tienen registro del descontento en forma de graffitis, afiches o rayados?
—Se tienen que recuperar los espacios públicos y las infraestructuras en su condición operativa, como la entrada norte del metro UC o la estación Baquedano. Para eso se requiere reparar el muro, limpiar, reponer pavimento, y eso es una condición necesaria para que pueda operar. No puedes abrir la estación mientras no se repare y normalice la situación afuera. Inevitablemente esas reparaciones e intervenciones van a generar conflicto con las expresiones espontáneas de arte urbano o protesta que han utilizado esa infraestructura como soporte. El mejor ejemplo de ello es lo que pasó ayer con el GAM, pero creo que se ha sobredimensionado el valor simbólico de muchos espacios y muchas intervenciones. Hay que dejar que el tiempo vaya determinando.

—¿Y cómo ve lo que ocurrió en el GAM?
—La verdad es que las expresiones muralistas o de graffiti que tienen un cierto valor son bastante acotadas y uno perfectamente las puede identificar, porque incluso algunas de ellas son de artistas conocidos, y el resto la verdad es que son rayados, carteles e intervenciones que, por su naturaleza callejera, están destinadas a ser efímeras, por lo tanto inevitablemente van a ser repuestas, sacadas, pintadas, porque es una condición propia del arte urbano. Ellos no pidieron permiso para pintar el GAM, ni les pidieron permiso de vuelta para pintar de nuevo. Están expuestas a eso, pero eso no quita que, si hay algunas expresiones no violentas, muy creativas y que estéticamente representen el momento histórico, se pueda hacer registro de ellas y que eventualmente se puedan proteger.

"Hay que ir viendo con mayor cuidado y mayor participación cuáles son aquellas expresiones que dan cuenta del proceso, del momento histórico, y que requieren ser registradas y mantenidas, y cuáles más bien son vandalismo y graffiti que hay que eliminar"

Pablo Allard
—¿De qué manera se puede ejecutar ese ejercicio de memoria?
—Creo que la situación hoy en día todavía está demasiado efervescente como para empezar a nombrar comisiones que resuelvan cuáles son las obras que tienen valor o no, y creo que la misma ciudadanía lo va a ir determinando en el tiempo. Al final, lo bonito que tiene el arte urbano es que cuando hay una intervención de calidad, no es vandalizada. Piensa en el Museo a Cielo Abierto de San Miguel: nadie, ni el peor graffitero, se atrevería a rayarlo. Lo mismo pasó con aquellas obras de cierta calidad que estaban en el GAM. Lamentablemente, con la intervención de algunos días atrás, se borró todo por igual, no hubo discernimiento, y creo que eso es un error porque ya vimos que generó una reacción mucho más aireada de los grupos que se movilizan y hoy amaneció rayado con graffitis más feos de los que tenía antes. Ahí claramente la solución no fue la adecuada, pero eso va a requerir un poquito más de trabajo, porque hay que ir viendo con mayor cuidado y mayor participación cuáles son aquellas expresiones que dan cuenta del proceso, del momento histórico, y que requieren ser registradas y mantenidas, y cuáles más bien son vandalismo y graffiti que hay que eliminar.

—En redes sociales hubo voces que dijeron que se le hizo un favor a los manifestantes, porque ahora el momento social cambió y los nuevos rayados se refieren al plebiscito.
—Es que parte fundamental del arte callejero, su esencia, es que es efímero y se va construyendo y haciendo una capa sobre la otra, dependiendo del momento histórico. Es un dilema que no solo estamos viviendo en Chile hoy: lo está viviendo el mundo del arte en general. Hay una paradoja que es bien compleja, que tiene que ver con el valor material versus el valor simbólico de todas estas expresiones. Esta discusión que estamos teniendo hoy es parte del espíritu de los tiempos, pero eso no quita que la violencia y la destrucción patrimonial y urbana hay que condenarla y erradicarla. Dejemos las discusiones más sofisticadas para el arte, cuando corresponda, pero el 99% de lo que está destruido y dañado no tiene ningún valor artístico, y tenemos que recuperar nuestros espacios para poder conducir todas estas demandas a través de un proceso más ciudadano que el conflicto urbano.

—¿Como sociedad deberíamos darle un tratamiento distinto a los lugares hechos para la difusión de arte contemporáneo, como el GAM, que la que se le da a otros lugares cuyo valor artístico está precisamente en la forma de su fachada, como el Colegio de Arquitectos?
—Cada espacio y edificio tiene una función, un rol simbólico y una manera de interactuar con la sociedad. Los edificios que son privados o institucionales no necesariamente tienen que tener esta relación dialéctica con el arte como sí la podría tener el GAM, porque hay que entender que, desde el momento en que es un centro de artes performativas, escénicas y contemporáneo, es plataforma y soporte para estas expresiones artísticas, sean formales o informales. El GAM incluso fue diseñado así por su arquitecto Cristián Fernández: la fachada, hecha con acero corten perforado, está hecha precisamente para que cualquier grafitti o afiche que se ponga encima sea fácil de limpiar, porque el material así lo permite, entonces está pensado para ser un soporte de esas expresiones.

"En ese sentido, es distinto un edificio que fue diseñado para eso a un edificio histórico como el Colegio de Arquitectos, con la fachada de Luciano Kulczewski, de arquitectura modernista y art nouveau, o el Museo Nacional de Bellas Artes, que en su estética y su rol simbólico no están hechos como soporte, sino más bien contenedores de arte", concluye.
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